lunes, 27 de agosto de 2007

COMPARTIR EL PROBLEMA

Los puntos en que se articulan Escenas de la vida posmoderna. Intelectuales, arte y videocultura en la Argentina (1994) y La era del globalismo (1996), trazan algo más que una línea limítrofe, algo más que la sorpresa que produce encontrar dos piezas de un rompecabezas que encajan al observar un fenómeno de proporción internacional, por decir lo menos. Esa articulación produce, puestos estos libros uno junto al otro, como en un rompecabezas, una figura que no pertenecía completamente a ninguno. Tengo la sensación de que Ianni deja de escribir en donde empieza Sarlo. Que Ianni agrega allá donde a Sarlo se le acaban las preocupaciones y que ambos operan, como lo hacen tantos textos, como figuras complementarias porque ambos presentan en el fondo, preocupaciones análogas. Me detendré ahora en algunas ideas para pensar estas articulaciones, aún cuando cada uno de los textos (con sus propios supuestos, marco conceptual o temas) posea una independencia absoluta del otro. Sarlo no se refiere a Ianni –que en 1992 ya había publicado A ciudad global- aunque uno de sus análisis centrales sea la ciudad. Ianni no cita a Sarlo, a pesar de que éste regresa al tema de la ciudad en 1996. Casi no comparten bibliografía –Zygmunt Bauman es una excepción-, y cuando lo hacen, no hay lecturas coincidentes. A simple vista no parecen estar mirando el mismo problema. Sus marcos conceptuales son tan diferentes como sus referentes teóricos.
Ianni parte de una lectura económica que describe alrededor de la palabra globalización. Sus argumentaciones se inician en el análisis de la internacionalización del capital, y buscan dar explicaciones a fenómenos políticos, como la expansión del modelo occidental de vida, organización y consumo, la pérdida del poder de decisión de los gobiernos nacionales y, finalmente, la creación de una cultura mundial como parte de un proceso civilizador del capitalismo. La globalización, de programa neoliberal capitalista y como tal generador de desigualdades, podría incubar formas políticas socialistas, según Ianni, un neosocialismo de carácter mundial. Sarlo parte de un concepto surgido casi en el mismo momento. La posmodernidad como fenómeno contemporáneo, o contigüo al fin de la historia y las ideologías, surgía también mientras el capitalismo se expandía tras el fin de la Unión Soviética. Para muchos el tema de la posmodernidad parecía el abandono de una preocupación intelectual central: la existencia de pobres. Porque a la creciente desigualdad material y simbólica coincidía con la promoción de claudicaciones; el mensaje del fin de la historia y de las ideologías, con el del fin del socialismo, la imposición de la globalización, el pensamiento único; y libremercado con el fin del sueño inconcluso de la modernidad. O por lo menos eso suponía en Argentina, como dice Sarlo, un país marginal al primer mundo.
Entre las categorías a las que Ianni recurre para explicar diferentes procesos de consolidación, fragmentación, homogeneización del globalismo, aparecen los de raza, pueblo, sociedad nacional, clase social, elite, conciencia, hegemonía, entre otros. Los problemas que el globalismo acarrea como efectos, son presentados con ayuda de los conceptos como desterritorialización, desempleo estructural, marginación social y creación de subclases de individuos. Para Sarlo en cambio, la posmodernidad, concepto catalizador de las descripciones y análisis que realiza en todo su texto, no merece mayores precisiones. La posmodernidad es en Escenas de la vida posmoderna un concepto que sirve en cuanto permite atraer la mirada a cambios en la vida social, en la cultura y en la política. “Eso que llamamos taquigráficamente posmodernidad”, como se refiere Sarlo en las últimas páginas del texto, no parece propiamente el objeto de análisis.
Historia, economía, política y cultura se engarzan como esferas desde las cuáles se explica el fenómeno Ianni. En cada una de esas esferas se dan procesos que confluyen con procesos institucionales y simbólicos, a la formación de sociedades, economías, ciudades y un sistema político de carácter global que se superpone a los proyectos nacionales que se vuelven inviables. Para Sarlo, los círculos en que los cambios ocurren son la cultura joven y la letrada, las culturas populares y el arte, las ciudades y los intelectuales; todos cruzados en los nuevos sentidos que otorga la experiencia de los medios de comunicación.
Para Ianni, es necesario una reorganización y reconceptualización de las ciencias sociales, que han perdido su objeto de estudio y no permiten ver lo evidente: una modificación en la manera de construir hegemonía, con un intelectual orgánico magnífico: la industria cultural. Para Sarlo es necesario un balance de la sociología de la cultura, que ha banalizado el lugar del arte y de las vanguardias y ha dejado el resquicio por el que se justifica la lógica conque el mercado asigna valores estéticos. Para ella también es necesario revisar la figura del intelectual y la función de la política.
Para Ianni, dos grandes oposiciones ideológicas mundiales han iniciado su transfiguración, de liberalismo y socialismo, a neoliberalismo y neosocialismo. Y desde tres grandes teorías puede analizarse la globalización, aunque con diferentes resultados, las teorías sistémica, weberiana y marxista. Para Sarlo, el problema es recuperar la voz y los valores del intelectual crítico. Combatir una época de populismo sin pueblo, de neopopulismos de mercado, en que la palabra del intelectual, que poseía valores generales, fue sustituida por la del experto mediático cuya fuerza radica en ver una fracción de la realidad.
Ianni se apoya en una extensa bibliografía con autores como Samir Amin, Benedict Anderson, Fernand Braudel, Zygmunt Bauman, Ludwing von Bertalanffy, Graham Bird, Robert Cox, Franz Fanon, John Kenneth Galbraith, Kyong-Dong Kim, John Holloway, Eric Hobsbawn, Richard Hofstadter, Celso Furtado, Florestan Fernandes, Kuniko Fujita, Marshall McLuhan, Emir Sader, Edward Said, Max Weber, Immanuel Wallerstein, Goetz Wolff, entre otros. Sarlo dialoga y discute con Walter Benjamin, Jesús Martín Barbero, Néstor García Canclini, Cornelius Castoriadis, Oscar Landi, Marshall McLuhan, Michel de Certeau, Jean-François Lyotard, Pierre Bourdieu, Michel Foucault, Antonio Gramsci, Jean-Paul Sastre, Héctor Schmucler, Tzvetan Todorov, Raymond Williams, entre otros.
Ambos poseen referencias locales e internacionales, que dan una idea de las disciplinas de interés y orientaciones. Cada uno de ellos dialoga con autores de su propio país: Ianni con Fernandes, Furtado, Sader; Sarlo con García Canclini, Landi, Schmucler. En Ianni, a diferencia de Sarlo, estas referencias parecen sortear los límites de occidente. Los textos locales no parecen presentar un interés particular en la región en Ianni. En cambio Sarlo -a pesar de que en el cuerpo del texto casi no cita a los trabajos con los que dialoga, aunque incluye una bibliografía por capítulo-, busca debatir con libros y autores de la región. Especialmente, con Landi, Martín Barbero y García Canclini, con quienes comparte análisis sobre los medios de comunicación y la recepción de sus discursos, y las culturas populares.
También su construcción narrativa discurre por caminos diversos. Ianni conserva las tradiciones del ensayo: cita con puntualidad, escribe en tercera persona, se apoya en las citas, marca con ellas su texto. Sarlo deja una bibliografía como guiño de sus diálogos y referencias. Ianni no posee referencias directas. Sarlo recurre al fenómeno, a la observación directa, para abrir sus discusiones.[1] Ianni descuenta que el lector puede percibir en su vida cotidiana los ejemplos que él organiza.

Sin embargo, cada uno de los textos puede ser analizado estableciendo relaciones diferentes. Ianni titula Era; Sarlo, Escenas. Descripciones diametrales, pero temporales. De la misma manera, la palabra globalismo como referente espacial, contrasta con la aclaración del título del libro de Sarlo: Intelectuales, arte y videocultura en la Argentina. Este señalamiento es más que una metáfora de la divergencia en la orientación de sus miradas, como de las características de sus objetos, efectos por supuesto, métodos con que enfrentar problemas.
Globalismo y posmodernidad, como conceptos, parecen compartir también, un espacio y un momento de análisis (aunque desde perspectivas diferentes, pero con explicaciones y descripciones de un momento histórico y cultural idéntico). El globalismo, como un efecto del límite al desarrollo y crecimiento comercial del capitalismo en sus espacios, las sociedades desarrolladas, y la necesidad de una expansión a territorios antes negados en el contexto de la guerra fría (China, la ex Unión Soviética, así como Latinoamérica y África); la posmodernidad, como explicación cultural de las transformaciones en sociedades desarrolladas (y extendidas a sociedades periféricas que, como la Argentina de Sarlo, reciben un impacto diferente al darse el cruce entre la videocultura, la cultura popular y la letrada, y la política).
Desde esta perspectiva, ninguno de los análisis puede prescindir, ni dejar de referir al otro, completamente. Es decir, la expansión capitalista a su estructura cultural, y la modernidad tardía y la posmodernidad, a las resoluciones de capitalismo tardío (o sea, a su expansión transnacional, la globalización). Una le da sentido a la otra, la justifica, la explica o la sostiene. Ambos textos pueden hilvanarse según los temas que van encontrando necesarios para definir las características del fenómeno que abordan. Delimitadas sus fracturas, sugieren sus desarrollos; y al poner uno junto al otro, podemos ver crecer los argumentos en otras voces y en otros ámbitos.
Ianni describe el desarrollo de ciudades globales, interconectadas unas con otras, que permiten tomar decisiones de carácter global. Estas ciudades son eslabones o enclaves de la sociedad global y del capitalismo. Cambiaron el mapa del mundo produciendo un fenómeno de reterritorialización, escribe Ianni. El globo cobra vida en estas ciudades que lo reproducen simbólicamente. Sarlo escribe: las ciudades han entrado en un proceso de ‘angelinización’. Como la ciudad de Los Ángeles, algunas ciudades latinoamericanas (entre ellas, Buenos Aires) han perdido su centro, los barrios su carácter, la vida comunitaria su dinamismo.
Las ciudades son encrucijadas globales, escribe Ianni, como las zonas francas o de libre comercio, y en ellas se promueve una forma de intercambio en la que las naciones y las identidades locales son relegadas a un lugar secundario, subsumido al concierto de la suma de localidades con que se hace el discurso global. Algunas ciudades incluso fueron destituidas de su base nacional, dice Ianni. El shopping es también un enclave, escribe Sarlo: un proyecto de futuro, una cúpula espacial que se aísla de la ciudad, que se propone independiente de sus tradiciones. El ‘mercado’ difunde ahí sus valores, formando un planeta de marcas internacionales. Cuando el shopping utiliza la historia del lugar en el que se instala, lo hace como decorado, como souvenir.
Ambos ven que las modificaciones del mundo también afectan a los espacios rurales. La tecnificación y quimificación del mundo agrario, escribe Ianni, ha cambiado la forma de producción y de vida en el mundo agrario. Se impone el agro-bussines, y con él, la vida urbana da un paso más sobre la agraria. En el mundo rural se impone una nueva idea de la producción local en relación con las producciones mundiales. Y esto, según Ianni, produjo cambios demográficos, con migraciones que están destruyendo las comunidades rurales tradicionales. Para Sarlo, los medios de comunicación, especialmente la televisión, han impactado en las culturas campesinas, indígenas y populares, que ya no pueden hallarse incontaminadas. Especialmente, de las ilusiones de igualdad, la erosión de la memoria, el vacío de valores y propósitos comunes producido por el discurso de la industria cultural y la disolución de autoridades tradicionales (escuela, iglesia, política).
Para Ianni, los individuos han modificado los modos de sentir, pensar, actuar e imaginar, en su vida privada, pública y social. La idea de pertenencia al mundo, con derechos universales; la pertenencia a un sistema de producción de engranajes globales, bajo un sistema de toma de decisiones internacionales; la creación de un patrón de consumo diferente; y el impacto de las nociones de diversidad, homogeneización y fragmentación. Se ha impuesto la vida nómada, en la que los individuos pueden viajar, mundos de artefactos de uso personal, en los que se resguardan sus identidades, y en los que se busca un refugio de la globalización. Crece la indiferencia, vivimos la realización de una sociedad antisolidaria, escribe Sarlo, individualista, en la que se han destruido los vínculos comunitarios tradicionales y establecido nuevos lazos sociales de carácter televisivo. Para ella hay un civismo de nuevo tipo, dado por el mercado y sus hábitos de consumo, regulado al margen de las instituciones tradicionales y en el que los mass media intervienen como jueces que detentan una imparcialidad ilusoria. Los ciudadanos, en un clima de exaltación de sus libertades, son a la vez tratados como público.
La industria cultural, escribe Ianni, busca ampliar los cimientos de la sociedad global en la creación de una cultura global. Ha privilegiado la imagen por encima de otros lenguajes. Y con ello, las escenas de una masacre, las escenas más dolorosas en la vida de una comunidad, son presentadas como un video clip. Para Sarlo, con una sintaxis irreverente e irresponsable, la televisión baraja imágenes planetarias. Para ella, con el formato del ‘registro directo’, la televisión crea una ilusión de verdad, de que lo que vemos es lo que es y en el momento en que está siendo.
Para ella, la erosión de las autoridades tradicionales, la reducción del Estado, de la escuela como ámbito de distribución de bienes simbólicos, el imperio de un relativismo cultural y la pérdida del lugar del arte y los intelectuales, es el marco en el que se da la expansión de la industria cultural. Sin embargo, allí donde el Estado muestra sus debilidades, su mengua en la capacidad de respuesta, su opacidad en la gestión pública, es donde la televisión se presenta transparente y socava las legitimidades políticas. Porque allí donde la democracia complica los mecanismos institucionales y disuelve las relaciones cara a cara, la televisión se ofrece paternalista, refleja a su público, al que instruye para poder reflejar, escribe Sarlo. Y son también los organismos internacionales, agregaría Ianni, los que atentan contra las autoridades políticas, las instituciones del Estado, como una la pinza que se cierne contra las naciones, entre las fuerzas globalizadoras y regionalistas. Si esto continúa, la soberanía sólo será retórica, dice Ianni. Y por eso describe el proceso político y económico de la globalización, esboza sus fenómenos culturales y da cuenta de la intervención de la industria cultural en la creación de una cultura global.
Sarlo opera de manera inversa, construye desde abajo, desde la experiencia del hombre frente a la televisión: desde el impacto mismo. Describe los elementos en que se apoya el poder discursivo de la industria cultural (sus ilusiones de verdad ante la política, por ejemplo), la manera en que sus valores lograron imponerse y habla de su control sobre el público como fenómeno nunca antes visto. Reconoce el proyecto de una ‘cultura común’ como ideal democrático, pero se concentra en explicar el proceso atendiendo a la destrucción de las autoridades tradicionales y la creación de legitimidades y valores que se negocian entre el ‘mercado’ y la industria cultural. Para Sarlo, la televisión no sólo establece un nuevo ideal de ciudadano mediatizado, sino un nuevo modelo de político, con el riesgo de que en poco tiempo la política no tenga sentido para nadie. Las instituciones, como los lazos familiares y comunitarios, son desgastadas por los mass media. Y Sarlo se pregunta si esto es uno de tantos efectos, o es que el proyecto del mercado necesita de esas debilidades.
Si Ianni explica como las instituciones internacionales presionan a gobiernos débiles, de Estados nacionales atenazados por la creación de regionalismos y por una fragmentación interna de sus sociedades; entonces Sarlo da nuevos elementos para explicar esa fragmentación. Si Sarlo explica la manera en que esos valores que se imponen en los mass media no responden a ideales democráticos, sino a pautas de rentabilidad, beneficio y ganancia; entonces Ianni amplía explicando que esos valores tienen una lógica dentro de un proyecto global, por encima de rentabilidades locales. Y cuando Sarlo se pregunta acerca de si el proyecto masmediático necesita los lazos sociales y nacionales debilitados; entonces, Ianni responde que sí. La mirada de ambos llama a asociar el proyecto masmediático, con su sintaxis internacional y su registro directo, a la expansión capitalista que tiene como mayor obstáculo de su desarrollo a los proyectos nacionales.
Desde un primer momento, Ianni considera que el fenómeno de la globalización, como expansión del capitalismo, constituye un amplio proceso civilizador del alcance mundial. [2] Sarlo descuenta que el análisis que se propone (sobre el lugar del arte, de la cultura culta y de las humanidades) se enmarca en el giro civilizatorio tecno-científico que se ha dado en los últimos años.[3] Para Ianni, el proceso civilizador parte de modificaciones económicas (de producción, acumulación y desempleo estructural) de un poderoso impacto cultural (las ciudades, los cambios tecnológicos, las formas de consumo y, finalmente, los imaginarios -la humanidad, el globo-). Sarlo, que mira desde otro lugar, ve las transformaciones culturales (nuevas formas de consumo, nuevos lazos relacionales, nuevo civismo, una sociedad viviendo en ‘estado de televisión’, nuevas autoridades y poderes: ¿posmodernidad?) y con ellas, sus vinculaciones económicas (el mercado, el shopping y los intereses de la industria cultural).

Un momento y dos miradas
Escenas de la vida posmoderna fue publicado por la editorial Ariel, en la ciudad de Buenos Aires durante el año 1994. Tiene doscientos cinco páginas, y está organizado en cinco capítulos, que contienen en algunos casos subcapítulos, que van desde las tres a las veinticinco páginas. De este orden y organización se escapan las páginas que ofician de introducción –tituladas Preguntas- y su bibliografía -ordenada ésta última de acuerdo a los capítulos del libro, para que el lector pueda entender algunas asociaciones de la autora, y comprender su sistema de referencias teóricas-. La organización del texto, según los títulos de capítulos, apartado y números de páginas, es la siguiente: Preguntas (página 7); Capítulo I: Abundancia y pobreza: 1/Ciudad (13), 2/Mercado (23), 3/Jóvenes (33), 4/Video-games (43); Capítulo II: El sueño insomne: 1/Zapping (55), 2/Registro directo (71), 3/Política (86), 4/Cita (90); Capítulo III: Culturas populares, viejas y nuevas (103); Capítulo IV: El lugar del arte: 1/Instantáneas (133), 2/Valores y mercado (147); Capítulo V: Intelectuales (167); Bibliografía (193).
La primera edición de La era del globalismo fue en Río de Janeiro en 1996. En 1999 fue traducido y publicado en español por Siglo XXI editores, ciudad de México, y esta es la edición que citaremos en adelante. Consta de 215 páginas, organizadas en nueve capítulos numerados, un breve prefacio y un apartado final con la bibliografía utilizada. Los capítulos son: 1. Globalización y diversidad (11); 2. El mundo agrario (32); 3. La ciudad global (47); 4. Nación y globalización (66); 5. Regionalismo y globalismo (86); 6. Trabajo y capital (104); 7. Razas y pueblos (127); 8. La idea de globalismo (155); 9. Neoliberalismo y socialismo (183); y Bibliografía (203). Cada uno de estos capítulos tiene un promedio de 20 páginas, y una oscilación entre las 15 y 28 páginas, del más corto a los más largos.
Pero ¿más allá de estas enumeraciones, de qué están hechas las miradas de Ianni y Sarlo? Los libros han sido concebidos casi en el mismo momento pero, visto desde la perspectiva de la producción intelectual crítica latinoamericana, expresan dos momentos y dos lugares intelectuales diferentes, que quizá pueden explicarse a partir de diferencias generacionales. Ianni nació 20 años antes. Su formación intelectual está absolutamente vinculada al pensamiento de los hombres que harían la Cepal. Hemos mencionado textos en los que Ianni recurre a Dos Santos, Prebisch o Gunder Frank. En Ianni están presentes los desafíos de una intelectualidad latinoamericana que buscó explicaciones estructuralistas a los problemas del subdesarrollo latinoamericano. Quizá fruto de haberse formado en los años en que el estructuralismo empezaba a discutirse a partir de sus limitaciones para considerar a la cultura y al sujeto como problemas.
Es la crisis del estructuralismo la que de alguna manera divide el pensamiento de estos dos intelectuales críticos latinoamericanos. La influencia del pensamiento marxista, en Ianni, se encuentra ampliada y reflejada por los desafíos de la experiencia latinoamericana. Buena parte de su trabajo es entonces, una muestra del vigor del pensamiento latinoamericano crítico en la búsqueda de explicaciones del funcionamientos del capitalismo en Brasil, en los países subdesarrollados y en América Latina. Sus trabajos sobre la globalización se producen luego de haberse dedicado durante varias décadas y una veintena de libros, a producir conocimiento sobre las diversas formas de apropiación de la riqueza y las formas en que la lucha de clases se desarrollaba en la región. En sentido estricto, su concentración en el fenómeno de la globalización en los últimos años de su vida, constituye un regreso al corazón de las discusiones iniciadas por Marx. Ianni simplemente analiza, bastante al pie de la letra, un nuevo momento de expansión capitalista y por ello no debe asustarnos que considere a la globalización como una nueva fase capitalista, tan vigorosa como lo había alertado Marx. Sin embargo, lo que Ianni agrega a esta perspectiva es justamente el resultado de un par de décadas de discusión: el papel de la cultura y del sujeto. Esto pone en jaque, para Ianni, el instrumental teórico de nuestras ciencias sociales, porque (como de otra manera también lo expresaría Williams), por la cultura se configuran ideologías y hegemonías.
Sarlo se forma en cambio, bajo el signo del estructuralismo francés. Y, curiosamente, bajo su rápido quiebre a raíz de ciertos determinismos de los aparatos ideológicos, así como el papel más o menos pasivo de la cultura en la relación de estructura y superestructura. Este quiebre incluye, por supuesto, la discusión acerca del acta de defunción extendida a la categoría de sujeto. Siempre habrá quien con estos elementos trate de explicar una suerte de estampida intelectual de la perspectiva histórica del marxismo. Tiendo a creer que más bien que el ambicioso proyecto de una nueva teoría general de la cultura va camino a tener una trascendencia comparable a las explicaciones económicas de Marx. Quiero decir, que se han dado algunos pasos para comprender mejor el lugar histórico de la cultura así como su relación simbiótica con política. Como sea, el mapa de Sarlo incluye a Benjamin y a Williams, por lo menos para en un modelo de estudio de la cultura.[4]
En un marco de divergencias importantes hay una preocupación afín que quiero señalar. Ambos apuntan a que es en el territorio de la cultura donde se vuelve necesario un análisis diferente, una transformación intelectual, una adaptación de las ciencias sociales. Ahí hay que armar una perspectiva para ver, diría Sarlo, armar un punto de vista, para comprender las características de la formación cultural del presente en una situación crítica. En el caso de Escenas de la vida posmoderna, esta situación es una nación periférica en la que se ampliaban vertiginosamente las desigualdades materiales y simbólicas.[5] A su vez, son los problemas derivados de la necesidad de ampliar nuestra comprensión de los cambios culturales, los que llevan a Ianni a señalar la falta de herramientas teóricas de las ciencias sociales de fin de siglo. Es ahí donde a Ianni le falta el instrumental de Sarlo, si se quiere; pero también, donde Ianni señala la grieta de la estructura que permite unirlos, en la grieta misma del estructuralismo. Para él es la necesidad de entender cambios en las formas de ver, sentir, pensar, actuar de una sociedad de individuos colonizados o en proceso de colonización cultural, económica y política. En que esta nueva etapa de expansión del capitalismo (con su consabida tendencia a la apropiación y concentración) poseía un complejo proyecto civilizador que las ciencias sociales no estarían comprendiendo. Pienso que Ianni veía el problema en los que analizaban a la globalización desde una perspectiva puramente estructural, y para quienes toda alusión a lo global sonaba a la ideología natural del neoliberalismo capitalista. Para los que podían ver con claridad la expansión transnacional, pero no el fenómeno desde la perspectiva de los individuos, la cultura. Los que desde una perspectiva crítica, empeñados en discutir sobre la idea de la globalización, no reconocen un nuevo tipo de hegemonía extra nacional.
Pero, qué permite que estas miradas que pisan un terreno tan común parezcan a su vez tan distantes. Más allá de las diferencias conceptuales, disciplinarias o metodológicas quizás hay todavía un elemento generacional para tener en cuenta.[6] En unos años, cuando se hagan algunos mapas del pensamiento latinoamericano hacia el fin del siglo, quizá sea más sencillo observar que hay algunos elementos que se impoinen como comunes, más allá de las voluntades personales. Y eso quizá sea a su vez, útil para entender por qué Ianni habla en términos totales con una facilidad que contrasta con la mirada localísima de Sarlo, que antes de hablar de ‘la televisión’ habla de ‘un programa de televisión’. Quizá es que en el mismo momento pero una generación después, Sarlo analiza la posmodernidad desde una perspectiva posmoderna que les a Ianni ajena. Sarlo construye su libro como si estuviera recogiendo los fragmentos del espejo roto de la modernidad deseada. Una generación intelectual después, Sarlo critica al pensamiento fragmentario de los expertos con una nueva colección de fragmentos, como si en el fondo no abandonara la convicción de que al fin, mucho peor que una realidad fragmentaria, son aquellas viejas ilusiones de totalidad. Tal vez aquí esté una clave de época que cruza a nuestros autores entre la fe en las teorías generales y un insospechado culto intelectual (del que no es presa Sarlo, porque intenta caracterizar esa fe) por el análisis fragmentario.
En los siguientes apartados he buscado exponer las ideas que considero de importancia expuestas en La era del globalismo y Escenas de la vida posmoderna. Intelectuales, arte y videocultura en la Argentina, atendiendo no a la totalidad ni al orden de las argumentaciones de los textos, sino a los núcleos temáticos que muestran un espacio de articulación y me permiten analizar la crisis de las sociedades latinoamericanas frente a esta expansión del capitalismo transnacional en los años neoliberales.

¿Globalización, posmodernidad?
La era del globalismo y Escenas de la vida posmoderna parecen escritos a partir de una sensación de transformación del presente, de giro. Es importante este punto de partida para comprender porqué ni la globalización, ni la posmodernidad son el objeto del análisis de cada uno de los libros. Sino que a su manera, cada uno de ellos utiliza a la posmodernidad y a la globalización, para hacer señalamientos y preguntas sobre la antigua preocupación de la reproducción de la desigualdad, sus consecuencias y sus explicaciones.
Ianni es quien, de todas maneras, asume a la globalización como un escenario consolidado: la fractura del bloque socialista y su impacto imaginario, los medios de comunicación y su mensaje de carácter mundial, las ciudades como enclaves tecnológicos civilizadores en los que se toman decisiones mundiales, el campo informatizado y en proceso de descampesinización, las sociedades migrantes y en proceso de desnacionalización, la integración y fragmentación de las comunidades, la lógica mundial del desempleo estructural.
En este sentido, La era del globalismo separa los elementos que componen el proceso de transformación de este fenómeno, según Ianni: el trabajo, la ciudad, la nación, las ideas, las migraciones, el capital y la cultura. Estos se articulan -no sin contradicciones, fisuras y resistencias- para explicar por qué las ideas con las que pensábamos (o pensamos) el mundo debían (o deben) adaptarse. Sobre todo las categorías e ideas con que se organizan las ciencias sociales (clase social, estado-nación, sociedad nacional), y la política (liberalismo y socialismo). Ianni se preocupa desde el prefacio por marcar esta dirección:

Este es el vasto escenario en el que se forman y recrean corrientes de pensamiento de alcance global. Podrían ser indispensables para lograr explicar, transformar o al menos imaginar lo que está pasando en el mundo.[7]

Esto explica que Ianni culmine el texto con un análisis que va del neoliberalismo a un neosocialismo (un socialismo de alcance global), posible en la medida que sean comprendidas las nuevas condiciones sociales. Entre ellas, la nueva forma de acumulación y producción que han impactado en el mundo del trabajo, en la ciudad y en el campo, produciendo migraciones y renovando crisis étnicas, raciales y religiosas. La manera en que se da la hegemonía y la toma de conciencia social en una sociedad que ha sustituido preocupaciones nacionales por un imaginario global. Ianni plantea que sin comprender estas trasformaciones, que se articulan bajo lo que llamamos globalización, será difícil recuperar el sueño cotidiano de una sociedad sin desigualdades.

¿Cómo interpretar la reiteración de Ianni a que han cambiado las formas de sentir, pensar, actuar e imaginar? Supongo que a partir de considerar que es clima mental de la globalización lo que viene a agregarse al proceso de expansión del capitalismo, que viene ya desarrollándose por centurias. Hay una insistencia por presentar este clima mental que, más que en otros momentos se agrupan entorno a las palabras mundo y global: economía-mundo, sistema-mundo, shopping center global, aldea global, nueva división internacional del trabajo, moneda global, ciudad global, capitalismo global; pero también: hegemonía global, fin de la geografía, fin de la historia, nueva Babel, disneylandia global.[8] Pero no es en la internacionalización del consumo y la producción donde radica el proceso nuevo, sino en el quiebre imaginario del destino y los parámetros nacionales.
La era del globalismo tiene una especial preocupación por acentuar que las modificaciones se han dado en todos los aspectos de la vida humana y social, en sus identidades, conciencia, imaginario, hábitos y formas de actuar. Quizás sea la expansión económica –con su forma diferente de hacer negocios, con producciones e intercambios financieros y mercantiles globales-, lo que haya producido un conjunto de fenómenos paralelos, a partir del uso de nuevas tecnologías de comunicación, como el impulso hacia la universalización del inglés y la occidentalización del mundo. Pero no es esto, en última instancia, sino una descripción que apunta a considerar que los individuos, las sociedades y las comunidades tienen una nueva forma de sentir, pensar, actuar, fabular, imaginar, actuar…
Por ejemplo, sobre la imaginación territorial, Ianni afirma:

El descubrimiento de que el globo terrestre ya no es una figura astronómica, y sí lo es histórica, conmueve modos de ser, pensar, fabular. [9]

Sobre la diversidad:

Se entrecruzan, se funden y antagonizan las perspectivas, culturas, civilizaciones, formas de ser, actuar, pensar, sentir e imaginar. [10]

Sobre una nueva forma de trabajo:

Las relaciones, los procesos y las estructuras de dominación y apropiación vigentes en el mundo urbano industrial se extienden por los campos y las praderas; abarcan carreteras, vías de tren y fábricas, computadoras y antenas parabólicas, teléfonos celulares y videos, formas de trabajar y de producir, de ser y de actuar, posibilidades de pensar y de imaginar. [11]

Sobre la conformación de una nueva historia:

Son muchas las realidades de la sociedad global que permiten repensar antecedentes, orígenes, inicios. Una vez más, el presente puede iluminarse por el pasado, así como éste por aquél, principalmente cuando el presente es nuevo, resultado de una ruptura más o menos drástica de las formas de ser y de pensar, actuar e imaginar. [12]

Sobre una nueva forma de ciudadanía:

Es en la ciudad en donde el individuo puede percibir más claramente la ciudadanía, el cosmopolitismo, los horizontes de su universalidad. Allí él puede apropiarse con más plenitud que nunca de su individualidad y humanidad, precisamente porque allí se multiplican sus posibilidades de ser, actuar, sentir, pensar, imaginar. [13]

Sobre las migraciones:

Son diversas o muchas las formas de sociabilidad, culturales, religiosas y lingüísticas, junto a las caras y fisonomías, razas y etnias, clases y categorías. Vienen y van por el mundo, localizándose larga o esporádicamente allí. Crean un modo de ser, actuar, pensar, sentir e imaginar de cuño cosmopolita, despegado de la nación, provincia o región.[14]

Sobre la sociedad nacional:

A medida que se desarrolla, la globalización confiere nuevos significados a la sociedad nacional, como un todo en sus partes. Así crea inhibiciones y produce anacronismos, también da origen a nuevas condiciones para unos y otros, individuos, grupos, clases, movimientos, naciones, nacionalidades, culturas, civilizaciones. Crea posibilidades de ser, actuar, pensar, imaginar.[15]

Sobre el cosmopolitismo:

Se multiplican las identidades de unos y otros, en la misma proporción en la que se diversifican las experiencias y existencias, intercambios culturales y formas de organización social de la vida, modos de trabajar, actuar, sentir, pensar, imaginar.[16] Al mismo tiempo que se afirma un modo de ser, se movilizan relaciones y elementos culturales, formas de actuar, sentir, y pensar ajenos, como los cuales se busca afirmar o imaginar la identidad, individual o colectiva.[17]

Sobre el socialismo que como otros procesos civilizadores:

transforma más o menos profundamente las condiciones de existencia y de conciencia, la forma de ser, pensar, actuar e imaginar. [18]

Esta es una de las claves del análisis general de los libros que Ianni dedica al fenómeno de la globalización. Reorientar las preguntas de las ciencias sociales hacia estas transformaciones que se enmarcan en el fenómeno de la globalización. Por ello, ésta se presenta como hecho incontrastable y ahora más allá del proceso de expansión capitalista. Como un desafío no sólo para el sociólogo, sino para el ciudadano, que a partir de una nueva era es desafiado a comprender esos cambios; sobre todo si quiere incidir en ellos.
Los diferentes mundos de la vida social, pero especialmente de la vida económica y política, tienen que enfrentarse a estos cambios. El impacto en la vida económica parece el más claro, tras la caída del bloque soviético y el impulso de las organizaciones internacionales como el Banco Mundial, o el Fondo Monetario Internacional, a una economía con las menores restricciones territoriales posibles. Pero la política, es decir, la manera en que las sociedades imaginan y disponen sus organizaciones, tiene el desafío de comprender que los proyectos nacionales están siendo jaqueados por la globalización. Podríamos aceptar que la globalización no es un fenómeno total, o tiene fisuras, o se encuentra en un proceso de estancamiento o aceleración; pero lo que debemos observar y comprender, es que han cambiado las formas de ver, sentir, imaginar y actuar, de los ciudadanos en sus naciones. Que estos cambios sentimentales, imaginarios y de impacto cotidiano, se dan en el entretejido de una comunidad que sortea, relativiza o disuelve (o cree que sortea…) las fronteras culturales, identitarias, territoriales, políticas y económicas de la nación.

En Escenas de la vida posmoderna sucede algo análogo. Sólo que Sarlo parece manifestar cierta desconfianza a la idea de lo posmoderno. Su primera mención, presenta la tónica en que se harán referencias siguientes: “como en otras naciones de América, la Argentina vive el clima de lo que se llama posmodernidad”.[19] No importa la posmodernidad, sino: lo que llamamos posmodernidad, aquello que por hábito decimos posmodernidad, y que es un cambio sentimental en una sociedad empobrecida que se ve revolucionada por los nuevos discursos del mercado (el shopping, la televisión) que generan ilusiones de libertad y transparencia; en un momento en que los discursos tradicionales se encuentran en devaluación (la escuela, la política, los intelectuales), porque ya no parecen ofrecer soluciones a una población que se empobrece.
De manera inicial, Sarlo parece dar por zanjada la discusión posible con Lyotard: este clima se da en un país periférico, con desigualdades sociales manifiestas, como en otras naciones de América,[20] como en Estados Unidos, que es donde el desarrollo capitalista ha producido esta modificación cultural que acompaña el desarrollo del capitalismo en una etapa tardía.
En Argentina, para Sarlo, son visibles los efectos de la creciente homogeneización cultural de occidente, el individualismo imperante, la creación mercantil de una ‘cultura juvenil’ con nociones libertarias de consumo, y la instauración de una videocultura como estrella central de la industria cultural. Pero también, la destrucción de la escuela como espacio de distribución de herramientas simbólicas; el borramiento de las tradiciones culturales; una pérdida de lugares en el arte, la cultura letrada y los intelectuales; y el desvanecimiento de las autoridades tradicionales y políticas.
La posmodernidad como concepto aparece poco, muchas menos veces si comparamos aquellas que Ianni utiliza para referirse a la globalización. Aparece para definir a los ‘expertos’, a los neopopulistas de mercado que practican el ‘desencanto posmoderno’;[21] junto a las posibilidades y los discursos televisivos, que producen un ‘inconciente posmoderno’ que baraja imágenes planetarias;[22] ante las propuestas y discusiones actuales del arte: el ‘indiferentismo llamado posmoderno’; [23] sobre al relativismo impulsado por la sociología de la cultura y la antropología, que ‘por hábito llamamos posmodernidad’; [24] o a las características de las sociedades que surgen de la modernidad tardía y que ‘taquigráficamente llamamos posmodernidad’.[25]
El recorrido elegido por Sarlo desdeña la genealogía y la historización. Se hace en la descripción, pero jamás a partir de un manual para la demostración o como ejemplo de lo que se llamaba ‘posmoderno’. A Sarlo le interesa ofrecer un panorama que explique la situación cultural “en el marco paradójico de una nación fracturada y empobrecida”.[26] Explicar la falta de herramientas simbólicas de las culturas populares para enfrentar el discurso televisivo y de una industria cultural que, aunque crece en poderío económico y en cantidad de productos, parece ofrecer mercancías cada de vez de menor calidad. A la vez que indicar los desplazamientos ocurridos alrededor de la discusión de los valores del arte, y el lugar que el ‘mercado’ ha venido a ocupar en la asignación de los valores, mientras se resquebrajan las autoridades tradicionales. Mostrar las maneras en que el mercado impone su retórica de consumo, barriendo con formas culturales preexistentes y marcas políticas del pasado.

Para Sarlo la posmodernidad, (como para Ianni la globalización), fue la posibilidad de explicar la crisis nacional en una sociedad que estaba cambiando; que había dejado de pensar en los proyectos que habrían garantizado cohesión y paz social. El abandono de instituciones públicas y de un proyecto que había sido exitoso para una sociedad que (sin solucionar su mestizaje colonial) acababa de mezclarse casi en partes iguales con una migración trasatlántica (europea y asiática, fundamentalmente española, italiana, siria y libanesa); había enfrentado este desafío con un amplio proyecto público, todavía visible urbanística y arquitectónicamente en espacios abiertos (reservas y parques nacionales, plazas, centros y clubes sociales y deportivos) y cerrados (escuelas, museos, teatros, instituciones de gobierno). Había que analizar (ya no la ‘diferencia argentina’, como había escrito Sarlo sobre este proceso) con qué se reemplazaban (o por qué se aceptaban), nuevas organizaciones en esos espacios públicos en los que se distribuían herramientas simbólicas, determinaciones políticas, ciudadanía. Había que analizar al mercado y los mass media (y el pacto que habían sellado con la sociedad –ahora organizada entre consumidores y público-); la crisis en el arte acerca de la instauración de valores, y los derroteros de la industria cultural; el poder de legitimación: intelectuales tradicionales versus nuevos intérpretes del mercado y de los medios; y poner la discusión en el problema de los proyectos comunitarios.
Y sí, Escenas de la vida posmoderna (como La era del globalismo) puede leerse como una recuperación de la política, en un momento en que, antes que nada, hay que reconocer que está sucediendo algo nuevo.

[1] Cada uno de los capítulos de Escenas de la vida posmoderna se inicia con un texto en primera persona, con observaciones directas, excepto en el último capítulo. Quizá Sarlo haya dejado, al tratarse del tema de los intelectuales, que el lector sea el observador directo, y use al propio libro como fenómeno.
[2] Ianni, La era del globalismo, p. 11.
[3]Sarlo, Escenas de la vida posmoderna, p. 8.
[4] En “Raymond Williams: una relectura”, revista Punto de vista Nro. 45, Buenos Aires, abril, 1993, p. 12-17, Sarlo explica su relación con el estructuralismo francés, y da pistas para entender el texto que publicaría un año después, Escenas de la vida posmoderna.
[5] Sarlo, Escenas de la vida posmoderna, p. 7.
[6] Horacio Crespo sugiere que lo generacional debería explicar algunas diferencias. Hago estas reflexiones bajo su aliento, pero lo eximo de las consecuencias.
[7] Ianni, La era del globalismo, p. 9.
[8] Sobre este punto, Ianni profundiza en el capítulo “Metáforas de la globalización”, en Teorías de la globalización, op. cit.
[9] Ianni, Teorías de la globalización, p. 4.
[10] Ianni, La era del globalismo, p. 30.
[11] Ibid., p. 45.
[12] Idem, p. 57.
[13] Idem, p. 60.
[14] Idem, p. 65.
[15] Idem, p. 75.
[16] Idem, p. 84.
[17] Idem, p. 147-148.
[18] Idem, p. 199.
[19] Sarlo, Escenas de la vida posmoderna, p. 7.
[20] Ibid., p. 84.
[21] Idem, p. 9
[22] Idem, p. 61.
[23] Idem, p. 149.
[24] Idem, p. 155.
[25] Idem, p. 173.
[26] Idem, p. 7.

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