lunes, 27 de agosto de 2007

Un acercamiento crítico al pensamiento de Octavio Ianni y Beatriz Sarlo

Para Norma y Osmán Carabajal


La globalización de los medios impresos y electrónicos, junto con el marketing, el consumismo y la cultura de masas, todo esto penetra y recubre las realidades nacionales, puebla el imaginario de muchos y modifica las relaciones que los individuos, grupos, clases, colectividades ypueblos guardan consigo mismos y con su pasado y su futuro.
Octavio Ianni

El presente no debería mirar hacia delante con la libertad de un Robinson que se siente el primer hombre en su isla.
Beatriz Sarlo

En la época imaginaria que estamos postulando, podríamos esperar que se vuelque una gran cantidad de sangre y de tinta en torno a cuestiones de epistemología, en cierta manera algo raro, dado que no es lo más interesante en el mundo de las investigaciones filosóficas. Pero presumiblemente habrá necesidad de dar cuenta de cómo y cuándo podemos conocer el mundo ante el aparente colapso de ciertos modelos epistemológicos clásicos, un colapso estrechamente vinculado a la pérdida de sentido de la actividad política.
Terry Eagleton


Junio, 07

INTRODUCCIÓN

Cuando escribí el proyecto de investigación que originó esta tesis, me parecía sencillo mostrar el hilo que unía a Octavio Ianni con Beatriz Sarlo cuando hablaban de globalización y posmodernidad. En apariencia todo los separaba: países, disciplinas y objetos de estudio. Ianni se había centrado en descomponer los factores que confundían la negritud de Brasil con las clases sociales perjudicadas; y había trabajado sobre la figura del Estado-nación como problema latinoamericano. Sarlo, lo había hecho sobre la formación cultural del país, atraída por explicar la diferencia argentina, en momentos en que los programas educativos no alcanzaban a reorientarse ni superar una gran crisis. Ianni era sociólogo; Sarlo, enseñaba literatura y escribía crítica en libros, diarios y revistas.
Para mí, los años noventa los unían hablando de globalización y posmodernidad. Eran dos palabras alrededor de las que se daba un gran número de discusiones académicas y políticas en esos años, en las ciencias sociales y las humanidades. Junto a ellas se hablaba del fin de la historia y las ideologías.
Eran para mí, además, años en la Escuela de ciencias de la información, Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Córdoba, Argentina, a la que había entrado en 1988. La noción de posmodernidad era en aquel ámbito un aullido de la moda. Se decía que se vivía en estado de posmodernidad: se estaba en ella, como en una moda difusa y omnipresente: había bares, arte, arquitectura, ropa y personas posmodernas. Por contraste, moderno era defender la educación pública de acceso irrestricto y sin arancelamiento. Se llevaba a cabo en esos años un importante recorte presupuestario de la educación pública mientras se brindaban amplias exenciones para la creación de instituciones educativas privadas. Eran años además, en que aparecían otras batallas, como la pelea del cumplimiento de los derechos humanos que, de la mano de las Madres de Plaza de Mayo, produjo una nueva sociedad nacional. Mientras, se imponía una ‘reforma del Estado’, que además de las transformaciones en el sector educativo, consistió en el traspaso de las principales empresas públicas argentinas a sectores empresariales nacionales y trasnacionales. En esos años fueron privatizadas la Empresa Nacional de Teléfonos (Entel), Aerolíneas Argentinas, Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF), Aguas Argentinas. Muchas áreas del Estado fueron pasadas a la administración privada bajo un régimen que se denominó tercerización, que produjo en los hechos una renovación en las formas de subdesempleo existentes, y una corrupción diferente a la que existía. Para ello se dijo desde todos los espacios de poder neoliberal, que el Estado era como un elefante: tan grande que no podía moverse. La solución era ‘privatizar’. El proceso se presentaba como parte de una lucha contra la corrupción, por lo que vender, era una forma de evitar el robo. Para la ciudadanía, esas empresas se convertían en “las joyas de la abuela”: vendíamos lo último que nos quedaba. Sabía además, que en la facultad contigüa, Ciencias Económicas, se hablaba de globalización.
No sentí los cambios que se daban en la ciudad de Córdoba como propios, porque la estaba descubriendo. Yo era un estudiante de provincia, venía de Santiago del Estero, ciudad empobrecida en el siglo XX, pero de antiguo esplendor y tradiciones mestizas. Fui, sin embargo, consciente de preocupaciones urbanas, como que la centenaria Escuela Olmos (hoy enclavada en la esquina comercial más importante de la ciudad) fuera transformada en shopping. El gobierno alentaba la construcción, y para tranquilizar a la población, se argumentaba que si bien se dinamitaría su interior, se preservaría su fachada, creando en la ciudad uno de los primeros edificios posmodernos. Estos edificios, se decía, combinaban el pasado con el presente. En todo el país se hablaba de la remodelación del antiguo edificio del mercado de abastos y de los muelles del puerto de Buenos Aires: estos símbolos de la organización pública (palabra ésta que de pronto sólo olía a corrupción e ineficiencia) perderían su herrumbre en manos privadas (lo que era decir, eficiencia y competencia). También para calmar preocupaciones, se anunciaba que estos edificios no serían destruidos, sino reciclados. En ellos quedaría la historia (moderna) pero aparecería el futuro: el shopping. Hoy los cordobeses siguen viendo la fachada majestuosa de la Escuela Olmos, que se salvó para describir un momento (mucho más que arquitectónico) de la historia nacional, en el que la escuela primaria fue hasta ediliciamente más importante que todas las sedes ejecutivas de gobierno. Veo ahora que ese fue un símbolo de primeros años de la década, y de mi relación con la vida política.
Los textos de Ianni y Sarlo, si no los primeros en sus países en utilizar esos conceptos que se habían naturalizado en Europa y Estados Unidos, cuando menos habían dado en algún clavo de la discusión, y habían adquirido importancia en los análisis vernáculos o regionales. Los unía, según la percepción con la que escribí aquél proyecto, su condición de libros de influencia, utilizando conceptos a los que había grandes resistencias en cada uno de sus países y en la región en general. Y los unía el hecho de que las palabras posmodernidad y globalización, juntas, creo, marcaran un momento de quiebre social contingente al que habían producido las dictaduras y el amplio disciplinamiento en la región de la Doctrina de Seguridad Nacional impulsada por Estados Unidos y a la que se plegaron muchos gobiernos latinoamericanos en las décadas anteriores. Este quiebre tenía elementos económicos y culturales que respondían a lógicas nuevas, y tanto Ianni como Sarlo buscaban describirlos. Y al menos desde la perspectiva editorial, Escenas de la vida posmoderna y A era do globalismo, habían tenido éxito: se reeditaron con frecuencia y se tradujeron al poco tiempo de haber sido editados en castellano y portugués.
La publicación del texto de Sarlo en 1994, fue mirada con sospechas en espacios académicos; mientras, se agotaron varias ediciones. Quizá a causa de su acusación a las teorías de la recepción, que surgían entre los que buscaban crear un espacio serio de estudios alrededor de los medios masivos de comunicación, o de las culturas populares, como ella misma preveía desde las páginas de Escenas de la vida posmoderna. Era acusada de apocalíptica, de nostálgica. Por su lado, la publicación del texto de Ianni en 1996 –parte de una producción mayor que incluye otros tres libros sobre el tema- fue también recibida con críticas por quienes no veían en este proceso algo novedoso, sino el avance de la economía trasnacional. Según las críticas, para Ianni la globalización era inevitable o irreversible. Se dijo, incluso, que era un entusiasta partidario de la globalización.
Me aboqué a trabajar sobre los libros con el espíritu de las críticas que se les hacía. A ellas sumé la preocupación (y la pregunta) acerca de por qué había que aceptar fenómenos que avasallaban con las economías nacionales, o trabajar sobre fenómenos culturales que no representaban a las grandes mayorías de países que se debatían en resistencias. Por qué, mientras se aplicaba una política económica antinacional, trabajar en el marco de una idea (¿ideología?) o concepto que describía como allí donde había grupos sociales que discutían su futuro, ahora reinaba una indiferencia racional y un espíritu antisolidario apoyado en cierto escepticismo generacional que por momentos parecía crítico. Escribí una primera versión de esta tesis a finales del 2004, con el ánimo epistemológico que critica Eagleton, quizá con prejuicios que alcancé a identificar y suprimir.
De aquel primer texto sólo he salvado aquí una mirada general a la producción de Ianni y Sarlo, agrupados bajo el título Trayectorias. Creo que esas páginas son útiles para anclar cada uno de los libros dentro del pensamiento de sus propios autores y por ello quedaron al comienzo del texto general. Al final quedó El trabajo intelectual, un texto que posee algunas de las discusiones de la versión anterior, aunque con una mirada diferente. Allí discuto algo de lo que se dijo de Ianni y Sarlo con respecto a Escenas de la vida posmoderna y La era del globalismo. El problema de la lectura y del lugar del intelectual en un momento de crisis de la izquierda son el tema de este último apartado.
He dejado en el centro del trabajo los tres capítulos propios de la tesis y del análisis de los libros Escenas de la vida posmoderna y La era del globalismo. Allí he subrayado aquellas argumentaciones en que creo, ambos pueden unirse para describir uno de los mayores desafíos de las sociedades latinoamericanas. Aquello que creo sirve para pensar
En estos capítulos presento la manera en que creo Ianni y Sarlo comparten una visión de los problemas mundiales, nacionales y regionales, en que estaban inmersas nuestras sociedades al momento en que escribieron sus libros. Ianni, siempre desde una mirada global; Sarlo, de manera local. Espero se note desde las primeras páginas que evito una compilación de correspondencias, que evito pensar que estamos ante dos autores que hablan de lo mismo. Me interesan más los procesos y mecanismos que hacen posible el estado de cosas que ambos analizan. Me interesa responder a problemas planteados por los autores; mirar en la dirección que miraban; hacerle preguntas a sus textos; mostrar de qué manera uno podría responderle al otro, de qué manera lo complementa y le hace ver con mayor claridad al otro, observando un episodio diferente en una instancia diferente en un mismo momento. Para poder hacer eso, he dividido las argumentaciones en tres tipos de confluencias.
En el primer capítulo, Compartir el problema, hice algunas consideraciones sobre los libros mencionados y trato de enunciar puntos de articulación generales. En primer lugar, los que nos llevan a entender que estamos ante un mismo fenómeno, que podría resumirse en: las características y los efectos económicos sociales y culturales de un proceso más de expansión del capitalismo trasnacional, y una evaluación de esos daños en un país latinoamericano particular (Argentina). En segundo, de que estos análisis colocan en centro de sus preocupaciones el problema de que las desigualdades materiales y simbólicas aumentan, junto con la indiferencia de los individuos y las instituciones en que las propias sociedades se suponían organizadas. Se trata de una primera evaluación de daños sobre los efectos de los medios de comunicación (especialmente la televisión) y la industria cultural, en el marco del ideal de una cultura común de este proceso de expansión. Estas son claves, a su vez, para pensar las ideas que marcan a cada uno de los libros: globalización y posmodernidad.
En el segundo capítulo, Algo nuevo, analizo confluencias que, tanto desde la mirada global y/o local, tienden a compartir un objetivo: el debilitamiento del poder político nacional, a la formación de una cultura común y un nuevo civismo de mercado para el que se ejerce una nueva pedagogía funcional al proceso de expansión. Tomo las descripciones de Ianni y Sarlo de los enclaves educativos, los nuevos espacios cívicos y centros de poder político que intervienen en el amplio proceso civilizador del capitalismo en expansión. De la misma manera, se presenta una visión sobre la transformación de las autoridades tradicionales tras el embate de la industria cultural: el desprestigio de la educación y su lento abandono; las dificultades de las historias comunitarias para construirse sin el ruido comercial, para mantener su poder de explicación junto a la proliferación de mensajes globales de esta herramienta cultural del capitalismo que es la industria cultural; la construcción de una versión electrónica de la comunidad que vuelve difusa otra organización más allá de la oferta y el consumo; y la crisis de la política ante el registro mediático y las presiones internacionales a las que ésta se ve sujeta. Creo que la descripción permite ver tanto los mecanismos que confluyen dentro de un programa de lógica trasnacional; como otros que, quizá sin proponerse, acaban siendo funcionales en este amplio proceso.
En el tercero, Cultura, ideología y hegemonía, las confluencias se manifiestan como invitaciones a debatir el problema de la conciencia social en un momento de instauración de una hegemonía de nuevo tipo; a comprender los elementos que han puesto en crisis al proyecto comunitario de la nación con sus espacios de reproducción públicos y nacionales, en el marco de una sociedad antisolidaria y conectada a medios de comunicación que fundan sus políticas en la noción de ‘público’ y no de ‘ciudadano’. Allí dejé también un breve retrato de algunas derrotas políticas de la izquierda latinoamericana, que en realidad constituyen el momento de disciplinamiento político inmediatamente anterior a los años de asentamiento neoliberal.
Creo que cada capítulo posee independencia del conjunto. No he querido forzar la argumentación de sus apartados en pos de la argumentación total, ni para que en ellos se perciba la justificación del orden final (porque, como he dicho, he privilegiado aquello que permite, no pensar a Ianni y Sarlo, sino, ir con ambos más allá del propio problema que plantean por separado). Entre un apartado y otro han quedado puentes que, tendidos y vistos en perspectiva, orientan sobre el sentido de un análisis a la luz del otro.
A principios del año 2004 Octavio Ianni visitó la ciudad de México y dio una conferencia invitado por el Posgrado de Estudios Latinoamericanos. Pude entrevistarlo y le hablé sobre este trabajo. Ianni enseguida encontró puntos de cercanía con Sarlo. La había leído, porque rápidamente sugirió relaciones. Todavía duraba la conmoción por el ataque en Estados Unidos de las torres gemelas y el Pentágono que desataron las guerras en territorios árabes, dijo: “un ataque contra los símbolos del poder económico, político y militar de la mayor potencia económica del planeta no puede considerarse un atentado terrorista: es una acción revolucionaria”. Se mostró dispuesto a leer la versión preliminar cuando estuviera lista y pudiera enviársela. Ianni murió unos meses después. Ya en el mes de marzo del año 2006, Beatriz Sarlo vino a la ciudad de México. Conversé con ella en un encuentro organizado por el Centro Coordinador y Difusor de Estudios Latinoamericanos. Presentaba un nuevo libro, Tiempo pasado. Cultura de la memoria y giro subjetivo. Una discusión. Un texto sobre el valor de la teoría en los relatos de la experiencia del pasado en los crímenes de la dictadura de los años setenta, sobre la necesidad de usar lo recordado para comprender. Sarlo regresaba a un problema presentado en Escenas de la vida posmoderna, el de armar una perspectiva teórica para ver; aunque en este caso, los fenómenos políticos que se describen en los relatos testimoniales de los crímenes de Estado.

Presupuestos
Vale ahora ampliar algo más acerca de las presunciones y supuestos que acompañaban el lugar desde el que decidí el análisis, provisto de una perspectiva regional. Propia de algo más que una organización académica, la perspectiva regional se asienta en una búsqueda de conocimiento naturalmente interesada y organizada, no tanto alrededor de las discusiones sobre qué vendría a ser la región, sino sobre un ‘nosotros’ –tan difuso como todos- que se superpone a otros nosotros, como el nacional, por ejemplo. Claro que este señalamiento carecería de sentido sino fuera porque los propios textos analizados colocan en un lugar central el problema de las organizaciones regionales (Ianni), que es el de la disolución de los estados nacionales y el debilitamiento de sus sistemas de reproducción y supervivencia (Sarlo). Señalaré estos presupuestos sobre Ianni y Sarlo por separado.

Me interesé en La era del globalismo a partir de un curso dictado por John Saxe-Fernández, quien también había trabajado sobre el fenómeno de la globalización, en el año 2003. El nombre de Ianni surgió propósito de un texto del argentino Carlos Vilas en que lo menciona en un libro compilado por el propio Saxe-Fernández.[1] Allí Vilas escribía que en Ianni, “la globalización como proceso y la globalidad como efecto son presentadas como una especie de gigantesca e indefinida nebulosa que lo abarca todo de manera ineluctable e irreversible y encuentra en sí misma la fuente y la razón de su dinámica. Una verdadera entelequia (Ianni, 1992; 1996a; 1996b)”.[2]
Saxe-Fernández no sólo adhería a la crítica sino que se preguntaba por qué Ianni, un pensador crítico de la región, presentaba la globalización como un hecho irreversible y no como –según escribía Vilas- el fruto de una ideología claramente conservadora que “enfoca selectivamente el mundo de acuerdo a una configuración de poder dada, a la que trata de preservar y consolidar”. [3] Leí los textos de Ianni bajo estas advertencias, y acordé (en una primera etapa) con las apreciaciones de Saxe-Fernández y Vilas. Luego comprendí que en aquellos libros, Ianni tenía una postura tan crítica del fenómeno como Vilas. Pero no obstante alcanzó a surgir de esta lectura, una preocupación que luego trasladé a Escenas de la vida posmoderna, de Beatriz Sarlo.
En mi primer proyecto buscaba debatir sobre veracidad de la aplicación de esos conceptos foráneos que se habían popularizado mientras la revolución neoliberal pasaba como una tromba sobre las organizaciones nacionales (económicas, sociales y políticas), transformándolas. Pensaba en aquel momento, que los conceptos de posmodernidad y globalización sólo evitaban analizar problemas de fondo. Se imponía entender por qué estos intelectuales críticos trabajaban sobre fenómenos que, discursivos o no, entelequias o no (como dice Vilas), habían surgido como respuesta a procesos de transformación, vinculados al mundo de las comunicaciones.
Ianni no fue el único que en aquellos años, desde una perspectiva y tradición crítica regional, hablaba de la globalización; pero sí, uno de los pocos latinoamericanos que había publicado varios libros al respecto. Su análisis permitía pensar los noventa; porque si algo había estado sucediendo en esos años, suponía, eso iba a aparecer en su producción teórica. Me esforcé inútilmente en ver en estos textos sobre lo global, a la región que el brasileño había descripto en El laberinto latinoamericano, en la que abordaba complejidades y desafíos inmediatos. La era del globalismo, en este sentido, no podía considerarse en un primer momento como un texto sobre la región, mucho menos sobre Brasil. Tuve la sospecha de que Ianni se había alejado (aunque yo pensaba en términos de abandono) de su línea de producción crítica.
En el texto actual, las ideas de Ianni no se unen a las de Sarlo a partir de una preocupación en los noventa. Tras la primera versión, Ianni y Sarlo comenzaron a verse en conjunto, a completarse. Empecé a ver que Escenas de la vida posmoderna le aportaba al libro de Ianni una mirada local, y que al hacerlo lo confirmaba y a la vez, le planteaba interrogantes. Creí necesario remozar algunas hipótesis de trabajo. Ahora pienso que los elementos que Ianni observa constituyen un paisaje en el que insertar un análisis como el de Sarlo. Y que a la vez, el análisis de Sarlo puesto junto a la organización de Ianni, le daba a este último, profundidad.
Como no podía ser de otra manera, esta tesis propone una lectura de Ianni. Y en ella está su señalamiento de que el problema del análisis político está entre las propias herramientas de las ciencias sociales.


Aquella idea de que había una producción en los años noventa atravesó también la lectura de Sarlo, en este caso, sobre la inclinación teórica a explicar un fenómeno que acabaría llamándose posmodernidad. Es difícil conocer el impacto de esta inclinación teórica, que bien podríamos llamar preocupación, pero ante su sola presencia novedosa cabía el análisis, al menos en un caso de importancia, que permitiera saber de qué manera se habían introducido en esos años un debate que hoy parece languidecer. [4]
Quizás en los cimientos de las preguntas con que cuestioné a Sarlo en las primeras lecturas, estaba esa reducción ya común entre latinoamericanistas: la de que nos enfrentábamos a ciertas ideas que no respondían a nuestra realidad latinoamericana, sino que provenían de Europa. Interrogué a Sarlo a partir de la idea de Lyotard, acerca de que el problema posmoderno como dimensión cultural provenía de sociedades que vivían una etapa posindustrial, propia de las sociedades más desarrolladas;[5] y no como momento cultural causado por la expansión del capitalismo en naciones subdesarrolladas o periféricas. Pensaba que las naciones latinoamericanas, con su industrialización interrumpida y con sus economías dependientes, no eran espacio propicio para ver funcionando lo que los teóricos de la posmodernidad (especialmente estadounidenses y franceses) veían en sus sociedades.
Así que los acercamientos vernáculos a lo posmoderno, como tragedia cultural acompañada de una exaltación a las supuestas libertades simbólicas que propagan los medios de comunicación,[6] contrastaban con el profundo proceso de empobrecimiento material impulsado por el neoliberalismo. Es decir, desde la perspectiva de Lyotard, me preguntaba si se estaría diciendo que aún cuando el subdesarrollo aumentaba con sus índices de exclusión social en la región, al mismo ritmo aparecían las características culturales de una sociedad avanzada. Frente a esta paradoja, y sin caer en la explicación de la simple copia a las modas teóricas europeas sobre lo que tanto se ha escrito ya, seguía pareciendo necesario preguntarme de qué manera el pensamiento crítico latinoamericano había asimilado o introducido un debate que encerraba estas contradicciones, poniendo en jaque el instrumental analítico con que se abordaba la realidad latinoamericana.
Esto, de alguna manera me sirvió para pensar a Sarlo en dos esferas: la de la existencia misma del texto con sus referentes empíricos (los argentinos retratados en la introducción de cada uno de sus capítulos: la familia del lifting y la que acude al shopping con comida casera en paquetes usados, los jóvenes que se enfrentan al videogame y los que se disfrazan para la noche, el hombre del caballo robado y el que se entrega ante cámaras, pintores y escritores frente al mercado y el mundo); y la del lugar del intelectual que discute en, y desde, su función social (del que la propia Sarlo es referente).

Comunes
La lectura, aún sujeta a los presupuestos enunciados, dio un resultado ajeno al orden de las sospechas iniciales (varias veces me hice preguntas sobre la lectura y los elementos que intervienen en ella). Desde dos países cercanos, dos disciplinas y esquemas conceptuales diferentes, y con la mirada puesta en objetos de estudio en órbitas distintas; acabó pareciéndome que Ianni y Sarlo describían facetas del mismo proceso: el proceso que dio por el suelo los proyectos nacionales de los pueblos latinoamericanos en la segunda mitad del siglo XX. Uno lo hacía desde lo global, mientras que el otro, desde lo local.
Algunas críticas a Ianni devienen de haber aceptado el reto de una descripción total (pues sólo así podría indicar partes, articulaciones, etapas, avances, recesos, organizaciones e instituciones, de un fenómeno inabarcable para la experiencia). Además, utiliza un concepto nuevo que forma parte, dice, de una corriente de opinión: la globalización, y que considerará una era. Su marco es una amplia crítica a las ciencias sociales por la utilización de conceptos estáticos, como el de Estado-nación, conciencia o hegemonía, cuando estos se han modificado a la vista de todos, no sólo en diferentes momentos de su historia, sino ahora y otra vez. Sarlo en cambio, lleva la observación a la dimensión antropológica. Parte de lo mínimo, con una mirada que lleva no sólo a Sastre, sino por un momento, a Robbe-Grillet. Usa otro concepto en boga, posmodernidad, al que mira con un catalejo, a la vez que produce su acercamiento microscópico de episodios, escenas o instantáneas, que involucran a actores y circunstancias particulares que somete a análisis. Para estas descripciones Sarlo recurre a fórmulas literarias, como la crónica y el relato y con ellas construye unos aguafuertes de la vida cultural argentina. No asegura que habla de la sociedad, ni de la cultura argentina; pero sí, que lo hace territorialmente desde ahí. Y es desde allí que describe un cambio de época.
Ambos producen una crítica a quienes los acompañan en la tarea intelectual. Para Ianni, la tarea pendiente es la reformular las ciencias sociales a partir de los nuevos elementos: de la profunda modificación en los modos de producir, de actuar, de pensar en las sociedades urbanas y rurales de nuestros países y del mundo. Para Sarlo, se impone la recuperación de algunas funciones propias del intelectual, para enfrentar una realidad que ha cambiado y que ha producido entre otras cosas la capitulación misma del intelectual moderno, con su espíritu libre y anticonformista, con sentido de solidaridad con las víctimas de un sistema que además de reproducir desigualdades, ahora excluye.
Ambos confluyen en un intento por sentar bases de resistencia y de transformación. Por presentar el mayor problema de nuestra época, que sigue siendo el de la desigualdad. Indicando, describiendo, dialogando con mayor o menor énfasis en sus orígenes económicos, culturales, políticos, sociales. Y confluyen en hacerlo en un momento en que el capitalismo, las identidades, los mensajes y la imaginación, parecen haber roto las fronteras nacionales. Esto lleva a preguntarse qué tanto se han roto esas fronteras, en dónde, con qué características, por qué y en qué afectan estas rupturas… con la mirada puesta quizá, en qué es lo próximo que va a romperse. Y pensar dónde están las prioridades públicas nacionales en este contexto.
Creo que la mirada común es útil para entender la razón por la qué la industria cultural y la televisión han jaqueado a la política nacional de cada país latinoamericano. O por lo menos, pensar que ésta es una operación acorde al proceso de expansión del capital de negocios trasnacionales, la lógica de apertura de mercados y de disminución de controles y poderes nacionales. Útil para entender porque producir una cultura común global y nuevas formas de producción y consumo (como Ianni describe), era y sigue siendo necesario, desde la lógica mencionada, destruir los mecanismos de reproducción de la historia nacional y atacar al sistema político de cada país, también desde adentro. Útil para volver sobre el problema de los sentimientos generados en la experiencia de otro, y en las medidas en que penetra según la experiencia propia. Para pensar que la globalización y posmodernidad como sentimientos, sean como hayan sido en San Francisco y Berlín o como estén siendo en Oaxaca y en El Salvador, serán según una experiencia propia, pero que parece tener algunos elementos que en nuestra región son comunes (el disciplinamiento de la izquierda los años setenta y ochenta, la destrucción de la escuela y los espacios públicos, el programa político de mass mediático privado y la aplicación de medidas neoliberales). Para hablar de ello es que uno a Ianni y Sarlo.
El mapa de las experiencias locales siempre será variable y difícil de construir (y queda siempre para el lector); y por ello es tan difícil referirse a Latinoamérica cuando se habla de procesos históricos siempre cruzados por las experiencias nacionales, étnicas o ideológicas; pero además, por estructuras sociales y económicas diferentes. En dónde esto puede ser comparado, aquello parece que no. Pero cuando Ianni periodiza lo hace en el mismo sentido de Sarlo, a partir de una historia mundial del siglo: que es la de los momentos del capitalismo liberal a partir de la resolución de la Segunda Guerra mundial. Los problemas de lo nacional y de la historia mundial están presentes, como el del capitalismo a gran escala, con las desigualdades que produce a un ritmo cada vez más acelerado. Desde ahí también cabe pensar desde América Latina, desde la izquierda intelectual que vivió en el siglo las experiencias comunes de una región que cumplió un papel particular en la resolución de la guerra fría. Y que tiene sobre sus espaldas más de medio siglo de sueños nacionales interrumpidos.

Creo ahora que Ianni y Sarlo permiten ver a la globalización y a la posmodernidad no sólo de manera conjunta, sino como un solo problema. Los puntos en los que la argumentación de Ianni y Sarlo se tocan, conducen a análisis complementarios, más que a corroboraciones en dimensiones diferentes. Creo que Sarlo había escrito allí donde Ianni puso después sus puntos suspensivos, lo que pudiera interpretarse incluso generacionalmente. Pero lo importante, es que esto permite ver más allá de los propios argumentos de cada uno. Uno puede ver con la ayuda del otro, territorios que para ambos parecían ajenos. Y hacer nuevas preguntas, nuevas suposiciones.
Estas páginas, que no serían posibles ni satisfactorias sin la lectura de La Era del Globalismo y Escenas de la vida posmoderna, son por ello una invitación a retomar argumentaciones de estos textos, antes que nada, para repensar nuestras dificultades para imaginar otra vez la vida en comunidad. Como para mantener viva la discusión sobre la labor académica y el lugar del pensamiento crítico cuando la imaginación social deriva en el mercado, cuando los proyectos educativos nacionales se muestran quebrados y una batalla se libra todavía entre desconfianzas sobre el poder y la política.

[1] Globalización: crítica a un paradigma, John Saxe-Fernández Coord., UNAM, IIES, Dgapa, Plaza & Janés, México, 2002.
[2] Vivas, Carlos, “Seis ideas falsas sobre la globalización” en Globalización: crítica a un paradigma, UNAM, México, 1999, p. 72. Las referencias son para A Sociedade Global, Teorías de la globalización y A era do globalismo, respectivamente.
[3] Idem., p. 70.
[4] No es sencillo asegurar que el debate en torno a la posmodernidad se ha extinguido, pero hay quien lo sugiere. Ver: Santiago Castro-Gómez, Eduardo Mendieta (coord), Teorías sin disciplina, latinoamericanismo, poscolonialidad y globalización en debate, México, University of San Francisco, Porrúa, 1998.
[5] Lyotard, Jean-Francois, La condición posmoderna, Rei, México, 1993.
[6] La discusión entre Oscar Landi y la propia Beatriz Sarlo expone claramente estos antagonismos. Ver: Sarlo, Beatriz, “La teoría como chatarra. Tesis de Oscar Landi sobre la televisión”. Punto de vista Nro. 44, Noviembre 1992, Buenos Aires.

TRAYECTORIAS

Octavio Ianni
Nació el 13 octubre de 1926 en Itu, en el interior del estado de São Paulo. Vivió en esta capital casi toda una vida marcada por las aulas universitarias, la investigación y el compromiso político. En 1956 se graduó de maestro en sociología con una tesis sobre problemas raciales y de ascenso social en Florianópolis, capital del Estado de Santa Catarina.[1] Tres años después se doctoró, pero ya llevaba tiempo trabajando en un tema en el que se volvería un referente, y que sería uno de los ejes fundamentales de su pensamiento: el esclavo y la negritud en Brasil.
En los primeros años, Ianni trabajó con Fernando Henrique Cardoso, el entonces futuro presidente de Brasil, con quien compartió el interés por las diferencias raciales como desafío verdadero para la construcción de la democracia y la igualdad en el país. La negritud fue contrastada por ambos con la noción de clase social y de allí salió Cor e mobilidade social en Florianópolis: aspectos das relações entre negros e brancos numa comunidade do Brasil meridional, que se publicó en 1960.
Florestan Fernandes escribe el prefacio de este trabajo, sobre un tema al que Ianni volverá una y otra vez a lo largo de los años: el papel de las ciencias sociales, no sólo limitadas a presentar la realidad, sino asumidas como fuerzas sociales que actúan directamente configurando esa misma realidad que describen. Allí, Fernandes apunta a cerca de los discursos sociológicos y políticos que daban por aceptada la tesis de que Brasil gozaba de una democracia racial, y pide:

cuestionarse estos resultados a la luz de argumentos que no hacen otra cosa que justificar y defender concepciones económicas, políticas y morales de los grupos sociales que siempre sacan provecho de las desigualdades y las diferencia de oportunidades, consagradas o mantenidas por órdenes sociales heredados del pasado. [2]

En este trabajo hay una preocupación analítica por entender la manera en qué la negritud influye en la movilidad social, por sus presupuestos ideológicos y su sistema de inferiorización cultural, que fueron relegando al negro de esclavo a clase subalterna.[3]
Quizá es posible aventurar que estas primeras apariciones académicas abrieron una etapa de renovación de las ciencias sociales, así como el nacimiento del grupo uspiano, como se le conocerá, por las siglas de la Universidad de São Paulo, que durante varios años fue una referencia en el pensamiento social que se originaba en la academia. Como parte de esta renovación intelectual dentro de las universidades meridionales de Brasil también estará sin duda, Antonio Candido.
La tesis de doctorado de Ianni, presentada en 1961 con el título O negro na sociedade de classes, fue publicada como Metamorfoses do escravo, el primer libro de una extensa producción dedicada a vastos territorios de una sociedad en constantes mutaciones y desequilibrios. Metamorfoses do escravo ha sido reeditado en varias ocasiones, y trabaja alrededor de las configuraciones colectivas del esclavo en el estado de Paraná, y da cuenta de cómo estas configuraciones son centrales en la constitución de las relaciones sociales en que estos están inmersos. El planteo de Ianni puede interpretarse como un mapa del laberíntico territorio de la desigualdad brasileña, que indica el camino para desarticular la relación que establecieron el mundo blanco y el negro, en el que superioridad e inferioridad están determinadas por un sistema de representaciones que vuelven estériles los intentos por revertir la situación sólo desde lo económico.[4]
Su preocupación por el problema racial a la hora de la constitución nacional será continuada en varios trabajos a lo largo de toda la década del setenta. Algunos de los libros que publicó en esta dirección fueron recopilaciones de ensayos escritos en diferentes momentos, como Raças e classes sociais no Brasil y Escravidão e racismo. En ambos trabajos, publicados en 1970 y 1978 respectivamente, Ianni busca plantear el carácter análogo de la categoría marxista de clase, con la de raza, necesaria para analizar las particularidades nacionales de América Latina, que ya había tocado con Cardoso.
Ianni es consciente de que este acercamiento conceptual tiene una especial resistencia en la sociología liberal, que en los años setenta prefiere el concepto de clase al de uno más cultural como el de raza, que predispone el análisis de una sociedad en la que la industria y el capital ni siquiera han servido para promover una estratificación. Por ello escribe que:

varios sociólogos, antropólogos e historiadores de Estados Unidos (nítidamente comprometidos con las ideas liberales [...] rápidamente aceptarían la idea de que lo que predomina en Brasil es el prejuicio de clase y no el de raza, o de casta. Casi parece un accidente, sin especial relevancia, el hecho de que el negro o el mulato se concentren en las clases proletarias, entre los más pobres, en el campo y en la ciudad, en la pequeña o en la gran aglomeración urbana.[5]

En estos dos textos –Raças e classes sociais y Escravidão e racismo-, Ianni define lo que considera una ideología racial fruto de una conciencia social que determina las relaciones entre grupos, expresada por el blanco dominante. Además, realiza una crítica a trabajos como el de Gilberto Freyre, por haber considerado a la ideología racial como una expresión “más o menos transparente de las relaciones sociales, en lugar de una expresión transfigurada de esas relaciones”.[6]
A lo largo de los muchos años de reflexión y de su larga bibliografía, Ianni no olvidará la cuestión racial como desafío para construir una sociedad sin desigualdades ni exclusiones, y volverá sobre esto, aunque no siempre como tema central, en ABC da classe operária,[7] Classe e nação, Idéia de Brasil Moderno, que se publicaron ya a partir de los años ochenta. En algunos casos, como en Idéia de Brasil Moderno, Ianni escribirá acerca de la constitución de la idea de pueblo, y de las tres razas que configuran el país, incluyendo esta vez al indio. La cuestión del negro como causa de las mayores complicaciones intelectuales en Brasil, lleva a Ianni a afirmar que: “tal vez se pueda decir que el tema del negro brasileño se vuelve particularmente nítido en épocas en que la sociedad vive coyunturas críticas”.[8] Esto, para enfatizar que más allá de que Brasil parece tener menos conflictos raciales que otros países como Estados Unidos, de ninguna manera estos pueden desplazarse en momentos difíciles, que es cuando el racismo reaparece con toda su carga de contradicciones.
Otro tema al que le dedicó gran atención es a la conformación del Estado en las sociedades latinoamericanas en general, y brasileras en particular. Para Jorge Miglioli, esa dedicación puede centrarse inicialmente alrededor de las décadas del cincuenta y sesenta, en los libros Industrialização e desenvolvimiento social no Brasil, Estado e Capitalismo, O colapso do populismo no Brasil, Estado e planejamento econômico no Brasil: 1930-1970.[9] Estos cuatro textos fueron escritos en diferentes épocas: los primeros dos, un año antes del golpe de Estado de 1964; el tercero, a finales de 1966 y 1967 ya como respuesta al propio golpe; mientras que el último cierra la década y está escrito en una situación política diferente, cuando las políticas generadas por el golpe del 64 ya estaban consolidadas. “Tal vez por eso -según Miglioli-, Ianni se dedicaba allí a estudiar a la clase dominante brasileña en relación con el Estado, a través del análisis de las políticas económicas gubernamentales”.[10]
Para Miglioli es importante que estos textos analicen una etapa de profundo cambio de la sociedad brasilera, marcada por el crecimiento económico, la veloz urbanización –en 1940 la población urbana del país es cerca del 30 por ciento, y en veinte años, llegará al 50-, y una efervescencia política posterior al derrumbamiento del Estado Novo, que había ideado Getulio Vargas. Ianni hizo un esfuerzo en estos libros por analizar el fracaso de la burguesía nacional, compuesta en ocasiones por una burguesía bancaria, industrial, liberal, nacionalista, agraria, que sin perder completamente su poder político empezó a volverse incapaz de conseguir elegir un presidente que representase sus intereses de clase,[11] lo que permitió el lento despliegue de la participación política de otros sectores, especialmente los trabajadores urbanos.
Este crecimiento de la participación política de los trabajadores fue manifestándose no sólo en las ideas de los militantes del Partido Trabalhista Brasileiro (PTB), sino en diversos grupos de partidos tradicionalmente más conservadores, como el Ala Moça del Partido Social Democrático (PSD), y el grupo llamado Bossa Nova, de la União Democrática Nacional (UDN). Tal efervescencia se acabó con el golpe de 1964, cuyos efectos fueron entre otros muchos la unificación de la burguesía y la lenta y violenta instauración del neoliberalismo. La unificación de la burguesía y su consecuente fortalecimiento, es para Ianni un elemento que permite que el propio Estado vaya resultando menos importante, innecesario para la imposición de los intereses económicos de la fortalecida. Las ideas liberales que sostienen las libertades y los derechos económicos se vuelven satisfactorias y, fundamentalmente, operativas.
Uno a uno, van entrelazándose los temas que interesan a Ianni, en un sistema de explicaciones que va ampliándose en la medida que sus argumentaciones lo necesitan. A partir de los años setenta, Ianni lleva su perspectiva de análisis a América Latina, en donde ve funcionar muchos de los problemas que veía en Brasil de manera particular: el populismo, las malformaciones congénitas de los Estados nacionales, la violencia, los problemas económicos, su dependencia, y la relación con los países llamados desarrollados.
Del transcurso de esta preocupación de confrontar este conjunto de factores negativos, nacieron los textos que analizan la cuestión latinoamericana, que venía a contribuir a la mirada que el autor empezaba a tener de Brasil, ahora anclado en una realidad continental más amplia, con más similitudes que diferencias, con más paralelismos que divergencias. A esta serie de reflexiones, contribuyen las estancias de Ianni en México, en donde da clases, y a la vez que estudia el gobierno de Lázaro Cárdenas, que por sus características puede compararse a los de Getulio Vargas y Juan Domingo Perón, en Argentina.
Imperialismo y cultura de la violencia en América Latina, de 1970, es el primero de esta etapa de reflexión sobre la región y sus presupuestos teóricos. Luego publicará Sociología da sociología Latinoamericana (1971), Imperialismo na América (1974), A formação do Estado populista na América Latina (1975) y El Estado capitalista en la época de Cárdenas (1976), en los que, creo, comenzará a plantearse de manera sistemática la “internacionalización de las contradicciones estructurales que caracterizan los problemas de América Latina”.[12]
Específicamente en el primer libro de este grupo, pueden verse ideas, argumentos y categorías de dos de los pensadores latinoamericanos más influyentes de esos años, Theotonio dos Santos y Raúl Prebisch,[13] que habían hecho de la CEPAL una usina de difusión de las nociones de dependencia y desarrollo. El autor critica aquí la idea de que la cooperación de los países subdesarrollados con los desarrollados contribuyera a mejorar la situación de los primeros.[14]
Quizá, por otro lado, uno de los aportes más interesantes del texto sea la incorporación de la violencia como un problema estructural latinoamericano, vinculado al imperialismo, el capitalismo, y el subdesarrollo, un tema que será analizado sistemáticamente por otros intelectuales latinoamericanos, como James Petras, y el propio John Saxe-Fernández.[15]
En los años noventa, de Ianni abordó de manera sistemática el problema de la globalización. El primer texto de esa serie dedicada a un fenómeno de amplitudes mayores fue A sociedade global, que se editó en portugués en 1992, y en 1998 en castellano. En este texto, Ianni advertía ya una ‘gran transformación’ histórica en el mundo a partir de la inauguración de la Perestroika en 1985, por lo que esto significaba como crisis para el socialismo y como victoria material y política del capitalismo:

De pronto, el mundo entero parece estar volviéndose capitalista. El mismo capitalismo que había comenzado a ser derrotado con la revolución soviética en 1917, se mundializa, se globaliza, se universaliza en poco tiempo.[16]

En La sociedad global, Ianni ve y analiza la formación de una sociedad civil mundial, el proceso de occidentalización del mundo, los fenómenos de desterritorialización y las formas en que el poder global ha conseguido articularse. Y realiza la crítica al horizonte de pensamiento de las ciencias sociales que no actualizan conceptos, categorías, leyes e interpretaciones que se han vuelto insuficientes. El desafío es reinterpretar realidades que ya habían sido explicadas o comprendidas, partiendo de una de sus conceptualizaciones más complejas, el Estado-nación.

Este es un aspecto de las controversias metodológicas que ha sido dejado en un segundo plano o en la sombra: se modificó sustancialmente el objeto de estudio de las ciencias sociales. El individuo y la sociedad que inspiraron la formación y buena parte de su desarrollo se ubicaban en el seno de la nación. El individuo y la sociedad que desafían a las ciencias sociales, a esta altura de la historia, se sitúan en algún lugar de la sociedad global.[17]

Metáforas de la globalización y Teorías de la globalización, publicadas en 1995 y 1996 en portugués, confirman las preocupaciones iniciadas con la publicación de La sociedad global, ven enriquecidas sus explicaciones económicas y políticas con algunos elementos culturales. Ianni pone en estos nuevos textos el acento en los sentimientos de los individuos acerca de su entorno y del mundo que habitan. Se trata de una ruptura drástica en los modos de ser, sentir, actuar, pensar y fabular, escribe Ianni al iniciar Teorías de la globalización.[18]
En estos libros se percibe la confirmación, para Ianni, del fenómeno que analiza. En la sociedad global, el autor asegura desde su primera línea que “la idea de globalización está en muchos lugares por los cuatro rincones del mundo”.[19] En un segundo momento, en Teorías de la globalización, Ianni escribe que “la globalización está presente en la realidad y en el pensamiento, desafiando a muchos en todo el mundo”.[20]
Está en muchos lugares, desafiando muchos en todo el mundo, dice Ianni, y esto puede interpretarse a partir de que está considerando que el fenómeno no afecta, por el momento, a todos. Algo que se modificará en A era do globalismo, donde Ianni parece no tener las dudas que iniciaban los textos anteriores, ya que ahora asegura que:

“El mundo entró en la era del globalismo. Todos están siendo desafiados por los dilemas y horizontes que se abren con la formación de la sociedad global”.[21]

Este texto avanza con la certidumbre de que el proceso de expansión del capitalismo extiende su capacidad civilizadora ahora sobre poblaciones no urbanas que aún eran opuestas a las transformaciones de la ciudad, homogeneizando las diversidades, haciendo estallar contradicciones, multiplicando desigualdades y finalmente, produciendo una gran transformación entre los individuos y las sociedades del mundo.



Beatriz Sarlo
Nacida en 1942, en la ciudad de Buenos Aires, Sarlo tiene alrededor de treinta años cuando empieza a publicar algunos artículos en la revista argentina Los Libros, en la que fue miembro del comité editor entre 1972 y 1976.[22]
Los Libros fue una publicación sostenida con el apoyo de Boris Spivacov, que había sido el fundador del Centro Editor de América Latina, cuyos aportes serán cruciales para ver plasmados en su momento el pensamiento argentino a partir de la segunda mita de los años sesenta. La relación con Spivacov le permite además a Sarlo escribir en algunas ediciones de Capítulo, Historia de la literatura argentina, una colección de fascículos de singular éxito en el paisaje editorial de aquella época. Además del muy citado El análisis estructural, que compila y prologa con el seudónimo de Silvia Niccolini.[23]
La irrupción de los trabajos de Sarlo coincide con el regreso de Juan Domingo Perón al gobierno y la instauración de un sistema de control violento iniciado ya durante el gobierno de su viuda, Isabel Martínez de Perón. Ya durante el periodo de gobierno de la junta militar que diera el golpe de Estado en 1976, Sarlo cofundaría la revista Punto de Vista. Punto de vista salió en 1978, y se convirtió en un emblema del pensamiento crítico y cultural del país, así como sitio recurrente para los análisis de Sarlo.
Allí aparecieron sus artículos también bajo el seudónimo de Niccolini, un camuflaje que de todas maneras no evitó la persecución militar de los últimos años de la dictadura militar argentina, que iría de 1973 a 1983. Punto de Vista es el escenario en el que comienza a mostrarse el fruto de su relación intelectual y afectiva con Carlos Altamirano, también co-fundador de la revista, junto al escritor Ricardo Piglia. Escribe Sarlo:

Carlos Altamirano, Ricardo Piglia y yo –dice Sarlo-, teníamos con la agrupación Vanguardia Comunista una relación de discusión política muy intensa y, como sucede siempre con partidos marxistas respecto de los intelectuales, nos propusieron tratar de reorganizar lo que llamaron el frente intelectual, totalmente fragmentado y disperso en ese momento. Nosotros tres empezamos organizando una serie de encuentros para discutir simplemente sobre literatura argentina y eso, en 1978, ya era un triunfo.[24]

Probablemente deba señalarse el hecho de que una de las primeras tareas de la revista fuera revisitar las producciones del grupo de la revista Sur, que tradicionalmente era colocada en la vereda de enfrente del partido comunista. Sarlo piensa que los años iniciales de la revista, que casi coincidían con el peor momento de represión en el país, fueron de gran aprendizaje, porque el proceso de ruptura ideológica iniciada llevó a los integrantes de la revista a discutir gran parte de las convicciones políticas que los había unido en la militancia.

Nos dedicamos a una relectura total de la obra de Borges; con María Teresa Gramuglio volvimos sobre la revista Sur y sobre la figura de Victoria Ocampo. También Sarmiento, José Hernández, la generación del 80, el nacionalismo cultural del Centenario. Nos pusimos a revisar a qué clisés habíamos obedecido cuando habíamos pensado sobre Victoria Ocampo y Sur, por ejemplo, un fenómeno central en la Argentina del siglo XX al que habíamos menospreciado por prejuicio ideológico y por ignorancia.[25]

A finales de la década del ochenta, publica junto con Altamirano, también en el Centro Editor, Conceptos de sociología literaria,[26] un pequeño diccionario que luego fue ampliado como Literatura/Sociedad[27] que se transformó en un clásico universitario durante los primeros años del regreso a la democracia.
Es justamente durante esos años de efervescencia después de la dictadura militar, que la revista -en la que ya firmaba sin seudónimos-, se consolida y a la vez que daba un giro. Ricardo Piglia abandona la publicación y se incorporan escritores que habían estado exiliados, como José Aricó o Juan Carlos Portantiero. Al decir de Sarlo, este giro tiene que ver no sólo con el crecimiento intelectual sino también con el ejercicio de escribir ya no desde la resistencia sino desde la defensa de un sistema que renacía:

Para 1982 nosotros ya habíamos aprendido a hacer una revista en condiciones de dictadura. Éramos el margen del margen, lo invisible de lo invisible, lo minoritario de lo minoritario, pero lo sabíamos hacer. Lo que tuvimos que aprender a partir de 1982 -y creo que la revista corrió allí el riesgo de desaparecer-, fue cómo hacer una revista de izquierda en condiciones de democracia. Del 83 al 84 hubo que aprender de nuevo y era un aprendizaje que acompañaba el aprendizaje que estaba haciendo la sociedad argentina.[28]

Unos años después, en 1985, apareció la primera edición de El imperio de los sentimientos; un texto sobre las ficciones sentimentales que a manera de folletines circularon periódicamente en el primer tercio de siglo del siglo XX. Es este un texto que, en una segunda edición, la autora colocará ya bajo el paraguas intelectual de los estudios culturales.[29] Centrado en el análisis del folletín, un género que por tradición pertenece al universo popular, aunque no sea de producción popular, este libro probablemente extrañó a algunos seguidores de Sarlo, que siempre asociaron y siguen asociando su obra a un elitismo cultural. Según Link:

Como ensayo (en el sentido de laboratorio), El imperio de los sentimientos ponía en escena el sofisticado eclecticismo teórico que Sarlo (junto con Altamirano) había volcado previamente en Literatura/Sociedad para dar cuenta, a la vez, de los procesos formales y los procesos ideológicos pero fuera del marco althusseriano que había servido desde fines de los años sesenta a ese propósito.[30]

Este texto es asociado por Sarlo en el prólogo de una reedición quince años después, a otros textos que aparecerían después de El imperio de los sentimientos: Una modernidad periférica (1988) y La imaginación técnica (1992). “Quizás vean, como yo –escribe Sarlo-, que El imperio de los sentimientos, forma sistema con esos otros dos libros porque, como ellos, se propone pensar la literatura desde la cultura y, también, la cultura desde la literatura”.[31]
Todos estos textos recorren el mismo periodo de la sociedad argentina, alrededor del proceso de modernización vivido por el país a principios del siglo XX. En el primero, Una modernidad periférica, quizá uno de los más celebrados, se aborda la década en que en Argentina se fragua su modernidad imperfecta. Sarlo sigue a autores como el Berman de Todo lo sólido se desvanece en el aire, o al Schorske de Fin-de-siècle Viena, estableciendo una relación profunda entre en arte y la literatura y una sociedad formándose entre la migración y admiración europea.[32]
Luego vendría Escenas de la vida posmoderna. Intelectuales, arte y videocultura en la Argentina, en 1994, del cual se hablará en los siguientes capítulos, y que puso a Beatriz Sarlo frente a una popularidad extraña curiosa. No es entonces casual que sobre esta preocupación la propia autora reflexionara desde las páginas de Punto de Vista, advirtiendo sobre la necesidad de establecer nuevos vínculos con los sectores populares.[33] Después Sarlo publicaría Martín Fierro y su crítica (1994) -en colaboración con María Teresa Gramuglio- e Instantáneas: medios, ciudad y costumbres de fin de siglo (1996). El primero es una antología que logra contextualizar al clásico de la literatura gauchesca argentina, rescatando la crítica y comentarios que la misma obra suscitó. El segundo, una recopilación de artículos y trabajos muchos de ellos publicados en diarios y revistas, del tipo de los que aún acompañan la producción de Sarlo. Estos últimos, publicados en la prensa argentina a partir de 1994.
Instantáneas: medios, ciudad y costumbres de fin de siglo es, en algún sentido, un complemento de Escenas de la vida posmoderna, ya que presenta al menos desde un punto de vista técnico, un nuevo conjunto de escenas que hablan de una sociedad fragmentada y mediatizada, al igual que el otro. Sin embargo, aquí el formato es, casi para igualarse a su objeto, un discurso fragmentado por la obligación periodística. No hay un afán totalizador, sino una suerte de mapa fotográfico de la sociedad argentina, como su propio nombre parece indicarlo.
Los siguientes textos, La máquina cultural (1998), Siete ensayos sobre Walter Benjamín (2000) La batalla de las ideas (2001), Tiempo presente. Notas sobre el cambio de una cultura (2001) y Tiempo pasado. Cultura de la memoria y giro subjetivo. Una discusión (2006), fueron una nueva muestra de la versatilidad de Sarlo y de la amplitud que siempre buscó su mirada, para enfrentar los fenómenos sociales. El primero de esta serie es una vuelta a un tema dilecto: los productores culturales, con la lupa puesta en dos mujeres y un grupo: una maestra (Rosa del Río) y una promotora (si se puede simplificar de esa manera la función de Victoria Ocampo en la cultura literaria argentina) que Sarlo identifica fundamentalmente como traductora, y un colectivo de jóvenes cineastas vanguardistas. El objetivo de este libro, según Sarlo, era “mostrar el funcionamiento de una máquina cultural, que produjo ideas, prácticas, configuraciones de experiencia, instituciones, argumentos y personajes”,[34] a través del corazón del siglo XX argentino.
Los Siete ensayos sobre Walter Benjamin permiten pensar una paradoja. Por un lado, Sarlo dirigió el interés de muchos lectores hacia Benjamin, como otros lo hicieron hacia Foucault o Derrida, pero sería Sarlo quien también una crítica al uso excesivo al que la obra de éste fue objeto en los años que siguieron. En Olvidar a Benjamin, un texto anterior a estos siete ensayos, se plantea la necesidad de salvar al autor de “una especie de erosión teórica que carcome la originalidad benjaminiana hasta los límites de la completa banalización”. [35] Este mal para Sarlo también es propio de una de las disciplinas que han logrado mayor expansión en los últimos años y es lo que le lleva a decir que “todo el mundo habla de Benjamin, todo el mundo habla el esperanto de los estudios culturales”.[36]
El ensayo mencionado da cuenta de una postura tajante contra las modas académicas, especialmente a la afición cada vez más sistemática a la cita de los autores respetados del momento, más allá de la articulación de la explicación sociológica o teórica: “la suma sin problemas, como si se tratara de la neutralidad de una lista bibliográfica, de Benjamin, de De Certeau, Williams, Derrida y Foucault produce un animal monstruoso y no una nueva articulación de la teoría”, escribe Sarlo.[37] Esta posición probablemente coloque a Sarlo en el lugar excéntrico que reclamaba el propio Williams para sí mismo, ante la institucionalización de los cultural studies. Este puede ser uno de los múltiples espíritus con que fue escrito Escenas de la vida posmoderna.
Tiempo presente recupera ensayos y artículos escritos al calor de la actividad docente; son “anotaciones hechas a diario”, escribe Sarlo, en relación con “acontecimientos fugaces pero significativos”.[38] Este texto vuelve sobre algunas discusiones iniciadas en Escenas de la vida posmoderna: la ciudad, el lugar del intelectual, el de la izquierda, el abandono del espacio público, la pérdida del poder de la escuela. En él, además, se empieza a analizar la derrota política de los últimos años, la necesidad de no olvidar las deudas sociales del pasado, de la memoria y la historia. Algunos de estos elementos se ampliarán en Tiempo pasado, el más reciente texto de Sarlo, en el que la memoria y el relato testimonial sobre los años de la dictadura son analizados en pos de reivindicar la comprensión.


[1] Leme Faleiro, María Isabel y Crespo, Regina Aída (org), Humanismo y compromiso. Ensaios sobre Octávio Ianni, EDUNESP, 1996. El título de la tesis de Ianni es Raca y mobilidade social em Florianópolis.
[2] Ibid. Todas las traducciones del portugués son mías.
[3] Rugai Bastos, op. cit., p. 85-87.
[4] Ianni, Octavio, As metamorfoses do escravo, São Paulo: Difusão Européia do Livro. 2. ed., revista e ampliada, São Paulo, Hucitec , 1988.
[5] Rugai Bastos, op. cit. p. 96.
[6] Ianni, As metamorfoses do escravo, p. 97.
[7] En este texto, por ejemplo, el análisis se centra en un conflicto obrero en São Paulo en el que Ianni ve actuar a todos los sectores políticos de Brasil, incluida la Iglesia Católica, y en el que está en juego la misma idea de la democracia como desafío a la estructura de poder existente.
[8] Ianni, Octavio, A idéia de Brasil moderno, Brasiliense, São Paulo, 1992. p. 125.
[9] Miglioli, Jorge, “Estado e burguesia no Brasil nas décadas de 1950 e 1960”, en Leme Faleiro y Crespo, orgs. op. cit., p. 159.
[10] Miglioli, op. cit., p. 161.
[11] Miglioli, op. cit., p. 163.
[12] Ianni, Imperialismo y cultura de la Violencia en América Latina, México, Siglo XXI Editores, 1998. Esta es, según lo que el autor explica en el prólogo, una de las preocupaciones del texto en cuestión.
[13] Además, Ianni cita y recomienda ampliar sus interpretaciones con algunos textos de André Gunder Frank, Osvaldo Sunkel, Celso Furtado o el propio Fernando Henrique Cardoso, que, junto a los mencionados fueron artífices de una de las etapas del pensamiento económico latinoamericano más interesantes.
[14] Ibid., p. 53. Las cursivas son utilizadas también por el autor.
[15] Saxe-Fernández, John, Petras, Jaime, Veltmeyer Henry y Núñez, Omar, Globalización, imperialismo y clase social, Lumen Humanitas, 2001, Buenos Aires.
[16] Ianni, Octavio, La sociedad global, Siglo veintiuno editores, México, 1998. P. 11
[17] Ibid., p. 115.
[18] Ianni, Octavio, Teorías de la globalización, Siglo veintiuno editores, 1996, México.
[19] Ianni, La sociedad global, p. 1.
[20] Ianni, Teorías de la globalización, p. 1.
[21] Ianni, Octavio, La era del globalismo, Siglo veintiuno editores, segunda edición, 2001, México. p. 9.
[22] Parte de la información de este apartado ha sido tomada de las notas y artículos de Daniel Link. Ver, “Planeta Sarlo”, Radarlibros, suplemento literario de Página/12, 9/06/2000, Buenos Aires y “Calcomanías”, Radarlibros, suplemento literario de Página/12, 18/02/2001, Buenos Aires.
[23] Esta edición de 1977, con textos de Levi-Strauss, Barthes, Moles y Wahl, Verón, Gritti, es orientadora del pensamiento de Sarlo en este momento.
[24] Arenes, Carolina, “Marcar la diferencia”, 14/12/2003, entrevista en el Suplemento Cultura, diario La Nación, Buenos Aires. Nota: en ese momento, Sarlo militaba en el Partido Comunista Revolucionario.
[25] Ibid.
[26] Altamirano, Carlos, Sarlo, Beatriz, Conceptos de sociología literaria. Centro Editor de América Latina, 1980, Buenos Aires.
[27] Altamirano, Carlos, Sarlo, Beatriz, Literatura /Sociedad. Hachette, 1983, Buenos Aires.
[28] Arenes, “Marcar la diferencia”, op. cit.
[29] Sarlo, Beatriz, El imperio de los sentimientos. Vitral, Grupo Editorial Norma, 2000. Buenos Aires.
[30] Link, “Planeta Sarlo”, op. cit.
[31] Sarlo, El imperio de los sentimientos, p. 11-12.
[32] Sarlo, Beatriz, Una modernidad periférica: Buenos Aires 1920 y 1930, Nueva Visión. Buenos Aires 1988.
[33] Sarlo, “Retomar el debate”, punto de Vista, Nro. 55, Buenos Aires, 1994.
[34] Sarlo, La máquina cultural. Maestras, traductores y vanguardistas, Ariel, Buenos Aires, 1998, p. 273.
[35] Sarlo, “Olvidar a Benjamin”, Punto de Vista, Número 53, Buenos Aires, Noviembre, 1995, pp., 16-19.
[36] Ibid., p. 17.
[37] Ibidem.
[38] Sarlo, Tiempo Presente, Siglo 21 Argentina, Buenos Aires, 2001. p. 10.

COMPARTIR EL PROBLEMA

Los puntos en que se articulan Escenas de la vida posmoderna. Intelectuales, arte y videocultura en la Argentina (1994) y La era del globalismo (1996), trazan algo más que una línea limítrofe, algo más que la sorpresa que produce encontrar dos piezas de un rompecabezas que encajan al observar un fenómeno de proporción internacional, por decir lo menos. Esa articulación produce, puestos estos libros uno junto al otro, como en un rompecabezas, una figura que no pertenecía completamente a ninguno. Tengo la sensación de que Ianni deja de escribir en donde empieza Sarlo. Que Ianni agrega allá donde a Sarlo se le acaban las preocupaciones y que ambos operan, como lo hacen tantos textos, como figuras complementarias porque ambos presentan en el fondo, preocupaciones análogas. Me detendré ahora en algunas ideas para pensar estas articulaciones, aún cuando cada uno de los textos (con sus propios supuestos, marco conceptual o temas) posea una independencia absoluta del otro. Sarlo no se refiere a Ianni –que en 1992 ya había publicado A ciudad global- aunque uno de sus análisis centrales sea la ciudad. Ianni no cita a Sarlo, a pesar de que éste regresa al tema de la ciudad en 1996. Casi no comparten bibliografía –Zygmunt Bauman es una excepción-, y cuando lo hacen, no hay lecturas coincidentes. A simple vista no parecen estar mirando el mismo problema. Sus marcos conceptuales son tan diferentes como sus referentes teóricos.
Ianni parte de una lectura económica que describe alrededor de la palabra globalización. Sus argumentaciones se inician en el análisis de la internacionalización del capital, y buscan dar explicaciones a fenómenos políticos, como la expansión del modelo occidental de vida, organización y consumo, la pérdida del poder de decisión de los gobiernos nacionales y, finalmente, la creación de una cultura mundial como parte de un proceso civilizador del capitalismo. La globalización, de programa neoliberal capitalista y como tal generador de desigualdades, podría incubar formas políticas socialistas, según Ianni, un neosocialismo de carácter mundial. Sarlo parte de un concepto surgido casi en el mismo momento. La posmodernidad como fenómeno contemporáneo, o contigüo al fin de la historia y las ideologías, surgía también mientras el capitalismo se expandía tras el fin de la Unión Soviética. Para muchos el tema de la posmodernidad parecía el abandono de una preocupación intelectual central: la existencia de pobres. Porque a la creciente desigualdad material y simbólica coincidía con la promoción de claudicaciones; el mensaje del fin de la historia y de las ideologías, con el del fin del socialismo, la imposición de la globalización, el pensamiento único; y libremercado con el fin del sueño inconcluso de la modernidad. O por lo menos eso suponía en Argentina, como dice Sarlo, un país marginal al primer mundo.
Entre las categorías a las que Ianni recurre para explicar diferentes procesos de consolidación, fragmentación, homogeneización del globalismo, aparecen los de raza, pueblo, sociedad nacional, clase social, elite, conciencia, hegemonía, entre otros. Los problemas que el globalismo acarrea como efectos, son presentados con ayuda de los conceptos como desterritorialización, desempleo estructural, marginación social y creación de subclases de individuos. Para Sarlo en cambio, la posmodernidad, concepto catalizador de las descripciones y análisis que realiza en todo su texto, no merece mayores precisiones. La posmodernidad es en Escenas de la vida posmoderna un concepto que sirve en cuanto permite atraer la mirada a cambios en la vida social, en la cultura y en la política. “Eso que llamamos taquigráficamente posmodernidad”, como se refiere Sarlo en las últimas páginas del texto, no parece propiamente el objeto de análisis.
Historia, economía, política y cultura se engarzan como esferas desde las cuáles se explica el fenómeno Ianni. En cada una de esas esferas se dan procesos que confluyen con procesos institucionales y simbólicos, a la formación de sociedades, economías, ciudades y un sistema político de carácter global que se superpone a los proyectos nacionales que se vuelven inviables. Para Sarlo, los círculos en que los cambios ocurren son la cultura joven y la letrada, las culturas populares y el arte, las ciudades y los intelectuales; todos cruzados en los nuevos sentidos que otorga la experiencia de los medios de comunicación.
Para Ianni, es necesario una reorganización y reconceptualización de las ciencias sociales, que han perdido su objeto de estudio y no permiten ver lo evidente: una modificación en la manera de construir hegemonía, con un intelectual orgánico magnífico: la industria cultural. Para Sarlo es necesario un balance de la sociología de la cultura, que ha banalizado el lugar del arte y de las vanguardias y ha dejado el resquicio por el que se justifica la lógica conque el mercado asigna valores estéticos. Para ella también es necesario revisar la figura del intelectual y la función de la política.
Para Ianni, dos grandes oposiciones ideológicas mundiales han iniciado su transfiguración, de liberalismo y socialismo, a neoliberalismo y neosocialismo. Y desde tres grandes teorías puede analizarse la globalización, aunque con diferentes resultados, las teorías sistémica, weberiana y marxista. Para Sarlo, el problema es recuperar la voz y los valores del intelectual crítico. Combatir una época de populismo sin pueblo, de neopopulismos de mercado, en que la palabra del intelectual, que poseía valores generales, fue sustituida por la del experto mediático cuya fuerza radica en ver una fracción de la realidad.
Ianni se apoya en una extensa bibliografía con autores como Samir Amin, Benedict Anderson, Fernand Braudel, Zygmunt Bauman, Ludwing von Bertalanffy, Graham Bird, Robert Cox, Franz Fanon, John Kenneth Galbraith, Kyong-Dong Kim, John Holloway, Eric Hobsbawn, Richard Hofstadter, Celso Furtado, Florestan Fernandes, Kuniko Fujita, Marshall McLuhan, Emir Sader, Edward Said, Max Weber, Immanuel Wallerstein, Goetz Wolff, entre otros. Sarlo dialoga y discute con Walter Benjamin, Jesús Martín Barbero, Néstor García Canclini, Cornelius Castoriadis, Oscar Landi, Marshall McLuhan, Michel de Certeau, Jean-François Lyotard, Pierre Bourdieu, Michel Foucault, Antonio Gramsci, Jean-Paul Sastre, Héctor Schmucler, Tzvetan Todorov, Raymond Williams, entre otros.
Ambos poseen referencias locales e internacionales, que dan una idea de las disciplinas de interés y orientaciones. Cada uno de ellos dialoga con autores de su propio país: Ianni con Fernandes, Furtado, Sader; Sarlo con García Canclini, Landi, Schmucler. En Ianni, a diferencia de Sarlo, estas referencias parecen sortear los límites de occidente. Los textos locales no parecen presentar un interés particular en la región en Ianni. En cambio Sarlo -a pesar de que en el cuerpo del texto casi no cita a los trabajos con los que dialoga, aunque incluye una bibliografía por capítulo-, busca debatir con libros y autores de la región. Especialmente, con Landi, Martín Barbero y García Canclini, con quienes comparte análisis sobre los medios de comunicación y la recepción de sus discursos, y las culturas populares.
También su construcción narrativa discurre por caminos diversos. Ianni conserva las tradiciones del ensayo: cita con puntualidad, escribe en tercera persona, se apoya en las citas, marca con ellas su texto. Sarlo deja una bibliografía como guiño de sus diálogos y referencias. Ianni no posee referencias directas. Sarlo recurre al fenómeno, a la observación directa, para abrir sus discusiones.[1] Ianni descuenta que el lector puede percibir en su vida cotidiana los ejemplos que él organiza.

Sin embargo, cada uno de los textos puede ser analizado estableciendo relaciones diferentes. Ianni titula Era; Sarlo, Escenas. Descripciones diametrales, pero temporales. De la misma manera, la palabra globalismo como referente espacial, contrasta con la aclaración del título del libro de Sarlo: Intelectuales, arte y videocultura en la Argentina. Este señalamiento es más que una metáfora de la divergencia en la orientación de sus miradas, como de las características de sus objetos, efectos por supuesto, métodos con que enfrentar problemas.
Globalismo y posmodernidad, como conceptos, parecen compartir también, un espacio y un momento de análisis (aunque desde perspectivas diferentes, pero con explicaciones y descripciones de un momento histórico y cultural idéntico). El globalismo, como un efecto del límite al desarrollo y crecimiento comercial del capitalismo en sus espacios, las sociedades desarrolladas, y la necesidad de una expansión a territorios antes negados en el contexto de la guerra fría (China, la ex Unión Soviética, así como Latinoamérica y África); la posmodernidad, como explicación cultural de las transformaciones en sociedades desarrolladas (y extendidas a sociedades periféricas que, como la Argentina de Sarlo, reciben un impacto diferente al darse el cruce entre la videocultura, la cultura popular y la letrada, y la política).
Desde esta perspectiva, ninguno de los análisis puede prescindir, ni dejar de referir al otro, completamente. Es decir, la expansión capitalista a su estructura cultural, y la modernidad tardía y la posmodernidad, a las resoluciones de capitalismo tardío (o sea, a su expansión transnacional, la globalización). Una le da sentido a la otra, la justifica, la explica o la sostiene. Ambos textos pueden hilvanarse según los temas que van encontrando necesarios para definir las características del fenómeno que abordan. Delimitadas sus fracturas, sugieren sus desarrollos; y al poner uno junto al otro, podemos ver crecer los argumentos en otras voces y en otros ámbitos.
Ianni describe el desarrollo de ciudades globales, interconectadas unas con otras, que permiten tomar decisiones de carácter global. Estas ciudades son eslabones o enclaves de la sociedad global y del capitalismo. Cambiaron el mapa del mundo produciendo un fenómeno de reterritorialización, escribe Ianni. El globo cobra vida en estas ciudades que lo reproducen simbólicamente. Sarlo escribe: las ciudades han entrado en un proceso de ‘angelinización’. Como la ciudad de Los Ángeles, algunas ciudades latinoamericanas (entre ellas, Buenos Aires) han perdido su centro, los barrios su carácter, la vida comunitaria su dinamismo.
Las ciudades son encrucijadas globales, escribe Ianni, como las zonas francas o de libre comercio, y en ellas se promueve una forma de intercambio en la que las naciones y las identidades locales son relegadas a un lugar secundario, subsumido al concierto de la suma de localidades con que se hace el discurso global. Algunas ciudades incluso fueron destituidas de su base nacional, dice Ianni. El shopping es también un enclave, escribe Sarlo: un proyecto de futuro, una cúpula espacial que se aísla de la ciudad, que se propone independiente de sus tradiciones. El ‘mercado’ difunde ahí sus valores, formando un planeta de marcas internacionales. Cuando el shopping utiliza la historia del lugar en el que se instala, lo hace como decorado, como souvenir.
Ambos ven que las modificaciones del mundo también afectan a los espacios rurales. La tecnificación y quimificación del mundo agrario, escribe Ianni, ha cambiado la forma de producción y de vida en el mundo agrario. Se impone el agro-bussines, y con él, la vida urbana da un paso más sobre la agraria. En el mundo rural se impone una nueva idea de la producción local en relación con las producciones mundiales. Y esto, según Ianni, produjo cambios demográficos, con migraciones que están destruyendo las comunidades rurales tradicionales. Para Sarlo, los medios de comunicación, especialmente la televisión, han impactado en las culturas campesinas, indígenas y populares, que ya no pueden hallarse incontaminadas. Especialmente, de las ilusiones de igualdad, la erosión de la memoria, el vacío de valores y propósitos comunes producido por el discurso de la industria cultural y la disolución de autoridades tradicionales (escuela, iglesia, política).
Para Ianni, los individuos han modificado los modos de sentir, pensar, actuar e imaginar, en su vida privada, pública y social. La idea de pertenencia al mundo, con derechos universales; la pertenencia a un sistema de producción de engranajes globales, bajo un sistema de toma de decisiones internacionales; la creación de un patrón de consumo diferente; y el impacto de las nociones de diversidad, homogeneización y fragmentación. Se ha impuesto la vida nómada, en la que los individuos pueden viajar, mundos de artefactos de uso personal, en los que se resguardan sus identidades, y en los que se busca un refugio de la globalización. Crece la indiferencia, vivimos la realización de una sociedad antisolidaria, escribe Sarlo, individualista, en la que se han destruido los vínculos comunitarios tradicionales y establecido nuevos lazos sociales de carácter televisivo. Para ella hay un civismo de nuevo tipo, dado por el mercado y sus hábitos de consumo, regulado al margen de las instituciones tradicionales y en el que los mass media intervienen como jueces que detentan una imparcialidad ilusoria. Los ciudadanos, en un clima de exaltación de sus libertades, son a la vez tratados como público.
La industria cultural, escribe Ianni, busca ampliar los cimientos de la sociedad global en la creación de una cultura global. Ha privilegiado la imagen por encima de otros lenguajes. Y con ello, las escenas de una masacre, las escenas más dolorosas en la vida de una comunidad, son presentadas como un video clip. Para Sarlo, con una sintaxis irreverente e irresponsable, la televisión baraja imágenes planetarias. Para ella, con el formato del ‘registro directo’, la televisión crea una ilusión de verdad, de que lo que vemos es lo que es y en el momento en que está siendo.
Para ella, la erosión de las autoridades tradicionales, la reducción del Estado, de la escuela como ámbito de distribución de bienes simbólicos, el imperio de un relativismo cultural y la pérdida del lugar del arte y los intelectuales, es el marco en el que se da la expansión de la industria cultural. Sin embargo, allí donde el Estado muestra sus debilidades, su mengua en la capacidad de respuesta, su opacidad en la gestión pública, es donde la televisión se presenta transparente y socava las legitimidades políticas. Porque allí donde la democracia complica los mecanismos institucionales y disuelve las relaciones cara a cara, la televisión se ofrece paternalista, refleja a su público, al que instruye para poder reflejar, escribe Sarlo. Y son también los organismos internacionales, agregaría Ianni, los que atentan contra las autoridades políticas, las instituciones del Estado, como una la pinza que se cierne contra las naciones, entre las fuerzas globalizadoras y regionalistas. Si esto continúa, la soberanía sólo será retórica, dice Ianni. Y por eso describe el proceso político y económico de la globalización, esboza sus fenómenos culturales y da cuenta de la intervención de la industria cultural en la creación de una cultura global.
Sarlo opera de manera inversa, construye desde abajo, desde la experiencia del hombre frente a la televisión: desde el impacto mismo. Describe los elementos en que se apoya el poder discursivo de la industria cultural (sus ilusiones de verdad ante la política, por ejemplo), la manera en que sus valores lograron imponerse y habla de su control sobre el público como fenómeno nunca antes visto. Reconoce el proyecto de una ‘cultura común’ como ideal democrático, pero se concentra en explicar el proceso atendiendo a la destrucción de las autoridades tradicionales y la creación de legitimidades y valores que se negocian entre el ‘mercado’ y la industria cultural. Para Sarlo, la televisión no sólo establece un nuevo ideal de ciudadano mediatizado, sino un nuevo modelo de político, con el riesgo de que en poco tiempo la política no tenga sentido para nadie. Las instituciones, como los lazos familiares y comunitarios, son desgastadas por los mass media. Y Sarlo se pregunta si esto es uno de tantos efectos, o es que el proyecto del mercado necesita de esas debilidades.
Si Ianni explica como las instituciones internacionales presionan a gobiernos débiles, de Estados nacionales atenazados por la creación de regionalismos y por una fragmentación interna de sus sociedades; entonces Sarlo da nuevos elementos para explicar esa fragmentación. Si Sarlo explica la manera en que esos valores que se imponen en los mass media no responden a ideales democráticos, sino a pautas de rentabilidad, beneficio y ganancia; entonces Ianni amplía explicando que esos valores tienen una lógica dentro de un proyecto global, por encima de rentabilidades locales. Y cuando Sarlo se pregunta acerca de si el proyecto masmediático necesita los lazos sociales y nacionales debilitados; entonces, Ianni responde que sí. La mirada de ambos llama a asociar el proyecto masmediático, con su sintaxis internacional y su registro directo, a la expansión capitalista que tiene como mayor obstáculo de su desarrollo a los proyectos nacionales.
Desde un primer momento, Ianni considera que el fenómeno de la globalización, como expansión del capitalismo, constituye un amplio proceso civilizador del alcance mundial. [2] Sarlo descuenta que el análisis que se propone (sobre el lugar del arte, de la cultura culta y de las humanidades) se enmarca en el giro civilizatorio tecno-científico que se ha dado en los últimos años.[3] Para Ianni, el proceso civilizador parte de modificaciones económicas (de producción, acumulación y desempleo estructural) de un poderoso impacto cultural (las ciudades, los cambios tecnológicos, las formas de consumo y, finalmente, los imaginarios -la humanidad, el globo-). Sarlo, que mira desde otro lugar, ve las transformaciones culturales (nuevas formas de consumo, nuevos lazos relacionales, nuevo civismo, una sociedad viviendo en ‘estado de televisión’, nuevas autoridades y poderes: ¿posmodernidad?) y con ellas, sus vinculaciones económicas (el mercado, el shopping y los intereses de la industria cultural).

Un momento y dos miradas
Escenas de la vida posmoderna fue publicado por la editorial Ariel, en la ciudad de Buenos Aires durante el año 1994. Tiene doscientos cinco páginas, y está organizado en cinco capítulos, que contienen en algunos casos subcapítulos, que van desde las tres a las veinticinco páginas. De este orden y organización se escapan las páginas que ofician de introducción –tituladas Preguntas- y su bibliografía -ordenada ésta última de acuerdo a los capítulos del libro, para que el lector pueda entender algunas asociaciones de la autora, y comprender su sistema de referencias teóricas-. La organización del texto, según los títulos de capítulos, apartado y números de páginas, es la siguiente: Preguntas (página 7); Capítulo I: Abundancia y pobreza: 1/Ciudad (13), 2/Mercado (23), 3/Jóvenes (33), 4/Video-games (43); Capítulo II: El sueño insomne: 1/Zapping (55), 2/Registro directo (71), 3/Política (86), 4/Cita (90); Capítulo III: Culturas populares, viejas y nuevas (103); Capítulo IV: El lugar del arte: 1/Instantáneas (133), 2/Valores y mercado (147); Capítulo V: Intelectuales (167); Bibliografía (193).
La primera edición de La era del globalismo fue en Río de Janeiro en 1996. En 1999 fue traducido y publicado en español por Siglo XXI editores, ciudad de México, y esta es la edición que citaremos en adelante. Consta de 215 páginas, organizadas en nueve capítulos numerados, un breve prefacio y un apartado final con la bibliografía utilizada. Los capítulos son: 1. Globalización y diversidad (11); 2. El mundo agrario (32); 3. La ciudad global (47); 4. Nación y globalización (66); 5. Regionalismo y globalismo (86); 6. Trabajo y capital (104); 7. Razas y pueblos (127); 8. La idea de globalismo (155); 9. Neoliberalismo y socialismo (183); y Bibliografía (203). Cada uno de estos capítulos tiene un promedio de 20 páginas, y una oscilación entre las 15 y 28 páginas, del más corto a los más largos.
Pero ¿más allá de estas enumeraciones, de qué están hechas las miradas de Ianni y Sarlo? Los libros han sido concebidos casi en el mismo momento pero, visto desde la perspectiva de la producción intelectual crítica latinoamericana, expresan dos momentos y dos lugares intelectuales diferentes, que quizá pueden explicarse a partir de diferencias generacionales. Ianni nació 20 años antes. Su formación intelectual está absolutamente vinculada al pensamiento de los hombres que harían la Cepal. Hemos mencionado textos en los que Ianni recurre a Dos Santos, Prebisch o Gunder Frank. En Ianni están presentes los desafíos de una intelectualidad latinoamericana que buscó explicaciones estructuralistas a los problemas del subdesarrollo latinoamericano. Quizá fruto de haberse formado en los años en que el estructuralismo empezaba a discutirse a partir de sus limitaciones para considerar a la cultura y al sujeto como problemas.
Es la crisis del estructuralismo la que de alguna manera divide el pensamiento de estos dos intelectuales críticos latinoamericanos. La influencia del pensamiento marxista, en Ianni, se encuentra ampliada y reflejada por los desafíos de la experiencia latinoamericana. Buena parte de su trabajo es entonces, una muestra del vigor del pensamiento latinoamericano crítico en la búsqueda de explicaciones del funcionamientos del capitalismo en Brasil, en los países subdesarrollados y en América Latina. Sus trabajos sobre la globalización se producen luego de haberse dedicado durante varias décadas y una veintena de libros, a producir conocimiento sobre las diversas formas de apropiación de la riqueza y las formas en que la lucha de clases se desarrollaba en la región. En sentido estricto, su concentración en el fenómeno de la globalización en los últimos años de su vida, constituye un regreso al corazón de las discusiones iniciadas por Marx. Ianni simplemente analiza, bastante al pie de la letra, un nuevo momento de expansión capitalista y por ello no debe asustarnos que considere a la globalización como una nueva fase capitalista, tan vigorosa como lo había alertado Marx. Sin embargo, lo que Ianni agrega a esta perspectiva es justamente el resultado de un par de décadas de discusión: el papel de la cultura y del sujeto. Esto pone en jaque, para Ianni, el instrumental teórico de nuestras ciencias sociales, porque (como de otra manera también lo expresaría Williams), por la cultura se configuran ideologías y hegemonías.
Sarlo se forma en cambio, bajo el signo del estructuralismo francés. Y, curiosamente, bajo su rápido quiebre a raíz de ciertos determinismos de los aparatos ideológicos, así como el papel más o menos pasivo de la cultura en la relación de estructura y superestructura. Este quiebre incluye, por supuesto, la discusión acerca del acta de defunción extendida a la categoría de sujeto. Siempre habrá quien con estos elementos trate de explicar una suerte de estampida intelectual de la perspectiva histórica del marxismo. Tiendo a creer que más bien que el ambicioso proyecto de una nueva teoría general de la cultura va camino a tener una trascendencia comparable a las explicaciones económicas de Marx. Quiero decir, que se han dado algunos pasos para comprender mejor el lugar histórico de la cultura así como su relación simbiótica con política. Como sea, el mapa de Sarlo incluye a Benjamin y a Williams, por lo menos para en un modelo de estudio de la cultura.[4]
En un marco de divergencias importantes hay una preocupación afín que quiero señalar. Ambos apuntan a que es en el territorio de la cultura donde se vuelve necesario un análisis diferente, una transformación intelectual, una adaptación de las ciencias sociales. Ahí hay que armar una perspectiva para ver, diría Sarlo, armar un punto de vista, para comprender las características de la formación cultural del presente en una situación crítica. En el caso de Escenas de la vida posmoderna, esta situación es una nación periférica en la que se ampliaban vertiginosamente las desigualdades materiales y simbólicas.[5] A su vez, son los problemas derivados de la necesidad de ampliar nuestra comprensión de los cambios culturales, los que llevan a Ianni a señalar la falta de herramientas teóricas de las ciencias sociales de fin de siglo. Es ahí donde a Ianni le falta el instrumental de Sarlo, si se quiere; pero también, donde Ianni señala la grieta de la estructura que permite unirlos, en la grieta misma del estructuralismo. Para él es la necesidad de entender cambios en las formas de ver, sentir, pensar, actuar de una sociedad de individuos colonizados o en proceso de colonización cultural, económica y política. En que esta nueva etapa de expansión del capitalismo (con su consabida tendencia a la apropiación y concentración) poseía un complejo proyecto civilizador que las ciencias sociales no estarían comprendiendo. Pienso que Ianni veía el problema en los que analizaban a la globalización desde una perspectiva puramente estructural, y para quienes toda alusión a lo global sonaba a la ideología natural del neoliberalismo capitalista. Para los que podían ver con claridad la expansión transnacional, pero no el fenómeno desde la perspectiva de los individuos, la cultura. Los que desde una perspectiva crítica, empeñados en discutir sobre la idea de la globalización, no reconocen un nuevo tipo de hegemonía extra nacional.
Pero, qué permite que estas miradas que pisan un terreno tan común parezcan a su vez tan distantes. Más allá de las diferencias conceptuales, disciplinarias o metodológicas quizás hay todavía un elemento generacional para tener en cuenta.[6] En unos años, cuando se hagan algunos mapas del pensamiento latinoamericano hacia el fin del siglo, quizá sea más sencillo observar que hay algunos elementos que se impoinen como comunes, más allá de las voluntades personales. Y eso quizá sea a su vez, útil para entender por qué Ianni habla en términos totales con una facilidad que contrasta con la mirada localísima de Sarlo, que antes de hablar de ‘la televisión’ habla de ‘un programa de televisión’. Quizá es que en el mismo momento pero una generación después, Sarlo analiza la posmodernidad desde una perspectiva posmoderna que les a Ianni ajena. Sarlo construye su libro como si estuviera recogiendo los fragmentos del espejo roto de la modernidad deseada. Una generación intelectual después, Sarlo critica al pensamiento fragmentario de los expertos con una nueva colección de fragmentos, como si en el fondo no abandonara la convicción de que al fin, mucho peor que una realidad fragmentaria, son aquellas viejas ilusiones de totalidad. Tal vez aquí esté una clave de época que cruza a nuestros autores entre la fe en las teorías generales y un insospechado culto intelectual (del que no es presa Sarlo, porque intenta caracterizar esa fe) por el análisis fragmentario.
En los siguientes apartados he buscado exponer las ideas que considero de importancia expuestas en La era del globalismo y Escenas de la vida posmoderna. Intelectuales, arte y videocultura en la Argentina, atendiendo no a la totalidad ni al orden de las argumentaciones de los textos, sino a los núcleos temáticos que muestran un espacio de articulación y me permiten analizar la crisis de las sociedades latinoamericanas frente a esta expansión del capitalismo transnacional en los años neoliberales.

¿Globalización, posmodernidad?
La era del globalismo y Escenas de la vida posmoderna parecen escritos a partir de una sensación de transformación del presente, de giro. Es importante este punto de partida para comprender porqué ni la globalización, ni la posmodernidad son el objeto del análisis de cada uno de los libros. Sino que a su manera, cada uno de ellos utiliza a la posmodernidad y a la globalización, para hacer señalamientos y preguntas sobre la antigua preocupación de la reproducción de la desigualdad, sus consecuencias y sus explicaciones.
Ianni es quien, de todas maneras, asume a la globalización como un escenario consolidado: la fractura del bloque socialista y su impacto imaginario, los medios de comunicación y su mensaje de carácter mundial, las ciudades como enclaves tecnológicos civilizadores en los que se toman decisiones mundiales, el campo informatizado y en proceso de descampesinización, las sociedades migrantes y en proceso de desnacionalización, la integración y fragmentación de las comunidades, la lógica mundial del desempleo estructural.
En este sentido, La era del globalismo separa los elementos que componen el proceso de transformación de este fenómeno, según Ianni: el trabajo, la ciudad, la nación, las ideas, las migraciones, el capital y la cultura. Estos se articulan -no sin contradicciones, fisuras y resistencias- para explicar por qué las ideas con las que pensábamos (o pensamos) el mundo debían (o deben) adaptarse. Sobre todo las categorías e ideas con que se organizan las ciencias sociales (clase social, estado-nación, sociedad nacional), y la política (liberalismo y socialismo). Ianni se preocupa desde el prefacio por marcar esta dirección:

Este es el vasto escenario en el que se forman y recrean corrientes de pensamiento de alcance global. Podrían ser indispensables para lograr explicar, transformar o al menos imaginar lo que está pasando en el mundo.[7]

Esto explica que Ianni culmine el texto con un análisis que va del neoliberalismo a un neosocialismo (un socialismo de alcance global), posible en la medida que sean comprendidas las nuevas condiciones sociales. Entre ellas, la nueva forma de acumulación y producción que han impactado en el mundo del trabajo, en la ciudad y en el campo, produciendo migraciones y renovando crisis étnicas, raciales y religiosas. La manera en que se da la hegemonía y la toma de conciencia social en una sociedad que ha sustituido preocupaciones nacionales por un imaginario global. Ianni plantea que sin comprender estas trasformaciones, que se articulan bajo lo que llamamos globalización, será difícil recuperar el sueño cotidiano de una sociedad sin desigualdades.

¿Cómo interpretar la reiteración de Ianni a que han cambiado las formas de sentir, pensar, actuar e imaginar? Supongo que a partir de considerar que es clima mental de la globalización lo que viene a agregarse al proceso de expansión del capitalismo, que viene ya desarrollándose por centurias. Hay una insistencia por presentar este clima mental que, más que en otros momentos se agrupan entorno a las palabras mundo y global: economía-mundo, sistema-mundo, shopping center global, aldea global, nueva división internacional del trabajo, moneda global, ciudad global, capitalismo global; pero también: hegemonía global, fin de la geografía, fin de la historia, nueva Babel, disneylandia global.[8] Pero no es en la internacionalización del consumo y la producción donde radica el proceso nuevo, sino en el quiebre imaginario del destino y los parámetros nacionales.
La era del globalismo tiene una especial preocupación por acentuar que las modificaciones se han dado en todos los aspectos de la vida humana y social, en sus identidades, conciencia, imaginario, hábitos y formas de actuar. Quizás sea la expansión económica –con su forma diferente de hacer negocios, con producciones e intercambios financieros y mercantiles globales-, lo que haya producido un conjunto de fenómenos paralelos, a partir del uso de nuevas tecnologías de comunicación, como el impulso hacia la universalización del inglés y la occidentalización del mundo. Pero no es esto, en última instancia, sino una descripción que apunta a considerar que los individuos, las sociedades y las comunidades tienen una nueva forma de sentir, pensar, actuar, fabular, imaginar, actuar…
Por ejemplo, sobre la imaginación territorial, Ianni afirma:

El descubrimiento de que el globo terrestre ya no es una figura astronómica, y sí lo es histórica, conmueve modos de ser, pensar, fabular. [9]

Sobre la diversidad:

Se entrecruzan, se funden y antagonizan las perspectivas, culturas, civilizaciones, formas de ser, actuar, pensar, sentir e imaginar. [10]

Sobre una nueva forma de trabajo:

Las relaciones, los procesos y las estructuras de dominación y apropiación vigentes en el mundo urbano industrial se extienden por los campos y las praderas; abarcan carreteras, vías de tren y fábricas, computadoras y antenas parabólicas, teléfonos celulares y videos, formas de trabajar y de producir, de ser y de actuar, posibilidades de pensar y de imaginar. [11]

Sobre la conformación de una nueva historia:

Son muchas las realidades de la sociedad global que permiten repensar antecedentes, orígenes, inicios. Una vez más, el presente puede iluminarse por el pasado, así como éste por aquél, principalmente cuando el presente es nuevo, resultado de una ruptura más o menos drástica de las formas de ser y de pensar, actuar e imaginar. [12]

Sobre una nueva forma de ciudadanía:

Es en la ciudad en donde el individuo puede percibir más claramente la ciudadanía, el cosmopolitismo, los horizontes de su universalidad. Allí él puede apropiarse con más plenitud que nunca de su individualidad y humanidad, precisamente porque allí se multiplican sus posibilidades de ser, actuar, sentir, pensar, imaginar. [13]

Sobre las migraciones:

Son diversas o muchas las formas de sociabilidad, culturales, religiosas y lingüísticas, junto a las caras y fisonomías, razas y etnias, clases y categorías. Vienen y van por el mundo, localizándose larga o esporádicamente allí. Crean un modo de ser, actuar, pensar, sentir e imaginar de cuño cosmopolita, despegado de la nación, provincia o región.[14]

Sobre la sociedad nacional:

A medida que se desarrolla, la globalización confiere nuevos significados a la sociedad nacional, como un todo en sus partes. Así crea inhibiciones y produce anacronismos, también da origen a nuevas condiciones para unos y otros, individuos, grupos, clases, movimientos, naciones, nacionalidades, culturas, civilizaciones. Crea posibilidades de ser, actuar, pensar, imaginar.[15]

Sobre el cosmopolitismo:

Se multiplican las identidades de unos y otros, en la misma proporción en la que se diversifican las experiencias y existencias, intercambios culturales y formas de organización social de la vida, modos de trabajar, actuar, sentir, pensar, imaginar.[16] Al mismo tiempo que se afirma un modo de ser, se movilizan relaciones y elementos culturales, formas de actuar, sentir, y pensar ajenos, como los cuales se busca afirmar o imaginar la identidad, individual o colectiva.[17]

Sobre el socialismo que como otros procesos civilizadores:

transforma más o menos profundamente las condiciones de existencia y de conciencia, la forma de ser, pensar, actuar e imaginar. [18]

Esta es una de las claves del análisis general de los libros que Ianni dedica al fenómeno de la globalización. Reorientar las preguntas de las ciencias sociales hacia estas transformaciones que se enmarcan en el fenómeno de la globalización. Por ello, ésta se presenta como hecho incontrastable y ahora más allá del proceso de expansión capitalista. Como un desafío no sólo para el sociólogo, sino para el ciudadano, que a partir de una nueva era es desafiado a comprender esos cambios; sobre todo si quiere incidir en ellos.
Los diferentes mundos de la vida social, pero especialmente de la vida económica y política, tienen que enfrentarse a estos cambios. El impacto en la vida económica parece el más claro, tras la caída del bloque soviético y el impulso de las organizaciones internacionales como el Banco Mundial, o el Fondo Monetario Internacional, a una economía con las menores restricciones territoriales posibles. Pero la política, es decir, la manera en que las sociedades imaginan y disponen sus organizaciones, tiene el desafío de comprender que los proyectos nacionales están siendo jaqueados por la globalización. Podríamos aceptar que la globalización no es un fenómeno total, o tiene fisuras, o se encuentra en un proceso de estancamiento o aceleración; pero lo que debemos observar y comprender, es que han cambiado las formas de ver, sentir, imaginar y actuar, de los ciudadanos en sus naciones. Que estos cambios sentimentales, imaginarios y de impacto cotidiano, se dan en el entretejido de una comunidad que sortea, relativiza o disuelve (o cree que sortea…) las fronteras culturales, identitarias, territoriales, políticas y económicas de la nación.

En Escenas de la vida posmoderna sucede algo análogo. Sólo que Sarlo parece manifestar cierta desconfianza a la idea de lo posmoderno. Su primera mención, presenta la tónica en que se harán referencias siguientes: “como en otras naciones de América, la Argentina vive el clima de lo que se llama posmodernidad”.[19] No importa la posmodernidad, sino: lo que llamamos posmodernidad, aquello que por hábito decimos posmodernidad, y que es un cambio sentimental en una sociedad empobrecida que se ve revolucionada por los nuevos discursos del mercado (el shopping, la televisión) que generan ilusiones de libertad y transparencia; en un momento en que los discursos tradicionales se encuentran en devaluación (la escuela, la política, los intelectuales), porque ya no parecen ofrecer soluciones a una población que se empobrece.
De manera inicial, Sarlo parece dar por zanjada la discusión posible con Lyotard: este clima se da en un país periférico, con desigualdades sociales manifiestas, como en otras naciones de América,[20] como en Estados Unidos, que es donde el desarrollo capitalista ha producido esta modificación cultural que acompaña el desarrollo del capitalismo en una etapa tardía.
En Argentina, para Sarlo, son visibles los efectos de la creciente homogeneización cultural de occidente, el individualismo imperante, la creación mercantil de una ‘cultura juvenil’ con nociones libertarias de consumo, y la instauración de una videocultura como estrella central de la industria cultural. Pero también, la destrucción de la escuela como espacio de distribución de herramientas simbólicas; el borramiento de las tradiciones culturales; una pérdida de lugares en el arte, la cultura letrada y los intelectuales; y el desvanecimiento de las autoridades tradicionales y políticas.
La posmodernidad como concepto aparece poco, muchas menos veces si comparamos aquellas que Ianni utiliza para referirse a la globalización. Aparece para definir a los ‘expertos’, a los neopopulistas de mercado que practican el ‘desencanto posmoderno’;[21] junto a las posibilidades y los discursos televisivos, que producen un ‘inconciente posmoderno’ que baraja imágenes planetarias;[22] ante las propuestas y discusiones actuales del arte: el ‘indiferentismo llamado posmoderno’; [23] sobre al relativismo impulsado por la sociología de la cultura y la antropología, que ‘por hábito llamamos posmodernidad’; [24] o a las características de las sociedades que surgen de la modernidad tardía y que ‘taquigráficamente llamamos posmodernidad’.[25]
El recorrido elegido por Sarlo desdeña la genealogía y la historización. Se hace en la descripción, pero jamás a partir de un manual para la demostración o como ejemplo de lo que se llamaba ‘posmoderno’. A Sarlo le interesa ofrecer un panorama que explique la situación cultural “en el marco paradójico de una nación fracturada y empobrecida”.[26] Explicar la falta de herramientas simbólicas de las culturas populares para enfrentar el discurso televisivo y de una industria cultural que, aunque crece en poderío económico y en cantidad de productos, parece ofrecer mercancías cada de vez de menor calidad. A la vez que indicar los desplazamientos ocurridos alrededor de la discusión de los valores del arte, y el lugar que el ‘mercado’ ha venido a ocupar en la asignación de los valores, mientras se resquebrajan las autoridades tradicionales. Mostrar las maneras en que el mercado impone su retórica de consumo, barriendo con formas culturales preexistentes y marcas políticas del pasado.

Para Sarlo la posmodernidad, (como para Ianni la globalización), fue la posibilidad de explicar la crisis nacional en una sociedad que estaba cambiando; que había dejado de pensar en los proyectos que habrían garantizado cohesión y paz social. El abandono de instituciones públicas y de un proyecto que había sido exitoso para una sociedad que (sin solucionar su mestizaje colonial) acababa de mezclarse casi en partes iguales con una migración trasatlántica (europea y asiática, fundamentalmente española, italiana, siria y libanesa); había enfrentado este desafío con un amplio proyecto público, todavía visible urbanística y arquitectónicamente en espacios abiertos (reservas y parques nacionales, plazas, centros y clubes sociales y deportivos) y cerrados (escuelas, museos, teatros, instituciones de gobierno). Había que analizar (ya no la ‘diferencia argentina’, como había escrito Sarlo sobre este proceso) con qué se reemplazaban (o por qué se aceptaban), nuevas organizaciones en esos espacios públicos en los que se distribuían herramientas simbólicas, determinaciones políticas, ciudadanía. Había que analizar al mercado y los mass media (y el pacto que habían sellado con la sociedad –ahora organizada entre consumidores y público-); la crisis en el arte acerca de la instauración de valores, y los derroteros de la industria cultural; el poder de legitimación: intelectuales tradicionales versus nuevos intérpretes del mercado y de los medios; y poner la discusión en el problema de los proyectos comunitarios.
Y sí, Escenas de la vida posmoderna (como La era del globalismo) puede leerse como una recuperación de la política, en un momento en que, antes que nada, hay que reconocer que está sucediendo algo nuevo.

[1] Cada uno de los capítulos de Escenas de la vida posmoderna se inicia con un texto en primera persona, con observaciones directas, excepto en el último capítulo. Quizá Sarlo haya dejado, al tratarse del tema de los intelectuales, que el lector sea el observador directo, y use al propio libro como fenómeno.
[2] Ianni, La era del globalismo, p. 11.
[3]Sarlo, Escenas de la vida posmoderna, p. 8.
[4] En “Raymond Williams: una relectura”, revista Punto de vista Nro. 45, Buenos Aires, abril, 1993, p. 12-17, Sarlo explica su relación con el estructuralismo francés, y da pistas para entender el texto que publicaría un año después, Escenas de la vida posmoderna.
[5] Sarlo, Escenas de la vida posmoderna, p. 7.
[6] Horacio Crespo sugiere que lo generacional debería explicar algunas diferencias. Hago estas reflexiones bajo su aliento, pero lo eximo de las consecuencias.
[7] Ianni, La era del globalismo, p. 9.
[8] Sobre este punto, Ianni profundiza en el capítulo “Metáforas de la globalización”, en Teorías de la globalización, op. cit.
[9] Ianni, Teorías de la globalización, p. 4.
[10] Ianni, La era del globalismo, p. 30.
[11] Ibid., p. 45.
[12] Idem, p. 57.
[13] Idem, p. 60.
[14] Idem, p. 65.
[15] Idem, p. 75.
[16] Idem, p. 84.
[17] Idem, p. 147-148.
[18] Idem, p. 199.
[19] Sarlo, Escenas de la vida posmoderna, p. 7.
[20] Ibid., p. 84.
[21] Idem, p. 9
[22] Idem, p. 61.
[23] Idem, p. 149.
[24] Idem, p. 155.
[25] Idem, p. 173.
[26] Idem, p. 7.